1915: La Conquista del Oeste

                                                                          por Jorge Enrique Etchevarne

Córdoba, domingo 3 de enero de 1915, seis y treinta horas.

    La mañana se presentaba fresca y perfumada ese primer domingo del año nuevo, aunque el agradable ambiente pronto sería caldeado por un sol ardiente camino a su cenit. 

    Las recientes lluvias, las más copiosas de los últimos años,  habían convertido en lodazales la mayoría de las calles de la capital, pero al menos habían traído un poco de alivio a la extenuada humanidad de sus habitantes tras el implacable calor de la última semana.

    El ir y venir de automóviles negros, de los cuales descendían damas y señores vestidos para la ocasión, alteraba la tranquilidad de la avenida General Paz (o simplemente “La Paz”, como se la conocía popularmente) algo inusual en un día de descanso y a hora tan temprana. Faltaba todavía para que el campanario de Santo Domingo llamara a misa.

El escenario donde se desarrollaron los hechos relatados en esta crónica. Vista de la "calle ancha", denominada "La Paz" (actualmente General Paz-Velez Sársfield) en la que se aprecian la fachada de la mansión de Félix T. Garzón de estilo francés, utilizada por Ramón J. Cárcano como residencia y sede de gobierno durante sus dos mandatos (actual  Museo Genaro Pérez), el campanario de la basílica de Santo Domingo. Más allá, la torre de observación del Hotel La Paz (demolido en 1965)en la esquina de 27 de abril. Postal de época. Punto de toma esquina Gral. Paz 9 de julio.

    Los autos que iban llegando se enfilaban junto a la vereda donde se encontraba la señorial casona de estilo francés, en la primera cuadra de la tradicional avenida. Sus chauffeurs cuidábanse bien de que los mimados vehículos no estorbasen el paso de los tranway eléctricos, en caso de que alguno de ellos osara aparecer.

     Resultaba obvio que el protocolo establecido no se cumpliría. La elegante mansión que había hecho construir Félix Tomás Garzón se encontraba colmada de funcionarios de gobierno y personalidades de la política cordobesa, ansiosos por partir, pero el gobernador se hacía rogar, refugiado en su recámara de la planta alta.

     También brillaban por su ausencia los delegados del gobierno nacional que habían llegado de Buenos Aires el día anterior en el expreso nocturno del Central Argentino. Hospedados en el Hotel La Paz,  a media cuadra de distancia, tampoco daban señales de vida.

    En su habitación, Cárcano caminaba nervioso de un lado a otro, ensimismado en sus pensamientos. Más de una vez reprimió sus deseos de encender el primer cigarro del día, a sabiendas que le caería mal por tener el estómago vacío, ya que por todo desayuno solo había apurado un café.

    Este sería uno de los días más importantes de su carrera política, esta vez como gobernador de Córdoba, y estaba dispuesto a demostrar su vocación progresista. Seguramente su orgullo igualaba al que había experimentado Juárez Celman cuando impulsó la construcción del dique San Roque, obra que no alcanzó a inaugurar cuando fue Presidente debido a los acontecimientos de El Parque.

     Había hecho lo posible para adelantar los tiempos de la obra pero las dificultades que los constructores debían enfrentar, propias de una tarea ciclópea, retrasaron los trabajos. Ya se lo había advertido el ingeniero Pagliari: el camino hasta Tránsito no estaría finalizado sino hasta dentro de tres o cuatro años.

     Imposible. Él no iba a permitir que su sucesor -¡Dios nos libre si fuera radical!- tuviera el honor de inaugurarlo, alzándose con los laureles que por mérito consideraba propios.    

    Entonces… ¿por qué no adelantar el ansiado evento? El primer tramo hasta Copina ya casi estaba listo, y su amigo Carlos Paz, quien había insistido tanto como el finado Brochero para que esta obra llegara a buen término, sostenía el mismo parecer.

     Así las cosas, había dispuesto que se haría un acto inaugural ni bien concluyese el primer tramo del camino, a todas luces el más fácil de realizar porque desde Los Puentes hasta San Antonio ya era transitable, restando una corta distancia para alcanzar Copina, al pie de la Sierra Grande.

     Lo importante era consolidar el primer paso, recrear expectativas en su gobierno, inyectar optimismo en una época aciaga para el mundo, porque la guerra europea, aunque lejana, acarreaba perjuicios económicos para la provincia y las consecuencias sociales se hacían sentir. Una legión de desocupados deambulaba por las calles de la ciudad demandando a los poderes públicos qué hacer.

     Su prosecretario, Cisneros Malbrán, tocó la puerta avisándole que los funcionarios nacionales habían llegado, justo en el momento que él los observaba ingresar desde el ventanal que daba a la calle, impaciente por su retraso. Parecía mentira; quienes estaban más cerca del lugar de la cita, resultaban ser los más rezagados ¿demorados por un desayuno tardío? No, seguramente querían hacerle notar la importancia de sus investiduras.

     Tiró de la cadenita, sacó del bolsillito del chaleco su reloj plateado, levantó la tapa labrada con las iniciales de su nombre y miró la esfera. Las siete y veinticinco. Se hacía tarde.

     Se encaminó hacia la puerta no sin antes detenerse frente al espejo para mirarse por última vez antes de abandonar la habitación. Ajustó el corbatín, palpó el bolsillo derecho del saco asegurándose de llevar consigo el discurso que había preparado, tomó su bastón y su sombrero, y salió del recinto.

     Las voces ininteligibles de innumerables conversaciones entremezcladas llegaron hasta él desde la planta baja. Se asomó por la barandilla de la escalera, observando desde lo alto al abigarrado grupo que lo esperaba en el gran salón de recepción.

     Allí estaba su hijo Miguel Ángel, oficiando de recepcionista en el hall de entrada. Detrás de él el vicegobernador, Félix Garzón Maceda, conversando animadamente con los ministros de Gobierno Justino César, y de Obras Públicas Juan González.

    Allí estaban los representantes de la industria y del comercio de Córdoba, Domingo Minetti, Gabriel González Solla y Ceferino Revuelta, representantes de la Bolsa de Comercio, seguramente especulando sobre futuros negocios que harían cuando se liberase el camino a tras la sierra.

    Allí estaba buena parte de los legisladores provinciales, la mayoría demócratas, entre ellos el senador Julio Deheza, representante de los departamentos del oeste, los cuales se verían beneficiados en poco tiempo más por su magna obra.

    Allí estaba también la persona que Ramón J. Cárcano consideraba indispensable por razones obvias; el director de Vías de Comunicación, Arturo Pagliari, quien había trabajado incansablemente en la elaboración del proyecto y su puesta en marcha. A él le debía buena parte de su propia gloria.

     Descendió los peldaños con la parsimonia de quien controla la situación, deslizando sus dedos a lo largo del pasamano. Su sonrisa, enmarcada por bigotes enhiestos, irradiaba alegría. Saludó al gentío alzando levemente su brazo derecho y recibió  un cerrado y espontáneo aplauso.

     En el rellano, estrechó algunas manos, miró sobre los hombros como tomando lista a los presentes y se dispuso a hablar. El murmullo cesó.

_ ¡Señores, hoy haremos historia! _dijo con aplomo. 

Todos asintieron moviendo sus cabezas, convencidos de la sentencia.

 Le ordenó a su secretario que repartiera las escarapelas. Él fue el primero en recibirla e inmediatamente la prendió de su solapa. El resto de los presentes lo imitó. Era un moño grande y sus colores patrios contrastaban vivamente en los trajes oscuros. 

Un asistente le avisó que la banda de música había llegado en el tren al dique San Roque y estaba siendo trasladada en lanchas hasta el lugar de la ceremonia. Cárcano sonrió satisfecho, giró sobre sí, atravesó el umbral y salió a la calle; y tras él, todos los demás.

 Los invitados que habían permanecido en los jardines aguardando su aparición, entre ellos los cronistas de prensa, se sumaron a la comitiva que lo seguía. El gobernador se detuvo un instante antes de abordar su vehículo, miró al cielo, despejado por primera vez en muchos días, e intuyó que ese domingo estaría cargado de emociones.

 Se acomodó en el espacioso “Berliet” modelo 1914 que su amigo de Tanti, Federico Roldán, le había prestado para la ocasión, dándole el gusto de viajar en un coche europeo. Incluso el mismo Roldán, que ya se encontraba al mando de la máquina, haría de chofer.

     Todos ascendieron a los autos que fueron puestos en marcha por los diligentes conductores, provocando una desacompasada sinfonía de metales. Uno tras otro, veinticuatro en total, partieron rumbo a la Plaza Vélez Sarsfield, formando una caravana detrás del auto guía.

Cuando pasaron frente al teatro Rivera Indarte, Cárcano contempló el magnífico edificio de estilo ecléctico, adornado con graciosas esculturas clásicas, recordando las gestiones que tuvo que realizar siendo ministro de Ambrosio Olmos para darle a Córdoba su coliseo.

     Dejando atrás la flamante escuela de varones con su innovadora fachada poligonal, los vehículos rodearon la rotonda donde se erguía el monumento al codificador y siguieron avanzando por la avenida bautizada con su nombre, buscando el camino a San Roque.

    La vía por la que transitaban, separaba, de hecho, dos mundos opuestos y esencialmente contradictorios. Hacia el oeste, la parte vieja de la ciudad, todavía dominada por El Abrojal, pobre y relegada, con sus calles angostas y tortuosas.

    Hacia el este, el moderno barrio de Nueva Córdoba, delineado por el Carlos Thays, con avenidas amplias y elegantes paseos, donde surgían, aquí y allá, magníficas residencias que la gente distinguida mandaba construir.

    Como un invisible resorte, la caravana por momentos se alongaba y por otros se comprimía. De manera similar a una disciplinada fila de hormigas negras, los automóviles doblaron a la derecha por la calle Pueyrredón para rodear el Pueblo Nuevo y buscar la cuesta San Roque.

    Cuando cruzaron la temperamental cañada, el curso de agua se mostraba calmo, pero las marcas dejadas en el calicanto acusaban que poco había faltado para que el torrente del día anterior desbordara y causara una tragedia.

    Ya en Los Altos, el gobernador le pidió a su ocasional chofer que sacara provecho de los 36 H.P. de los que tanto alardeaba. Roldán apretó el acelerador y el torpédo pareció volar sobre el macadam.

    Cárcano no pudo reprimir una mueca de satisfacción cuando comprobó que la disparada había tomado desprevenidos a sus escoltas que. Felizmente para ellos, la lluvia caída en la víspera los libraría de la nube de tierra.

    En Los Puentes los esperaba el Jefe Político de Punilla y el obispo de Córdoba, monseñor Zenón Bustos. Este último no solo daría su bendición a la obra vial; también debía inaugurar la capilla construida y donada por Carlos Paz y su esposa.

    Sí, este sería un gran día para todos...

 

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Crónica del diario “Los Principios”, publicada el 5 de enero de 1915:

 De conformidad a la resolución del gobierno, el domingo realizose la inauguración oficial de la construcción del magno camino que partiendo de esta ciudad atravesará, en época no lejana, los departamentos del oeste, marcando así una nueva era de progreso y civilización para estos departamentos que hasta ahora han estado poco menos que aislados con el resto de la provincia y de la república, por los muchos y serios inconvenientes que representa la falta de caminos y medios de comunicación en una zona determinada.

Debido a esa falta tan sentida, es que permanecen los citados departamentos ignorados en lo que se refiere a las riquezas que encierran sus fértiles tierras, y sus productos no pueden ser traídos a esta capital o exportados a los puertos del litoral. Y por ello es que decimos que, con el camino cuyos trabajos se han ya iniciado, se abre una nueva etapa para ellos.

Sobre la importancia que encierra el camino expresado no nos detendremos a hacer reflexiones, ni demostraciones de que nos eximen su solo enunciado, y si ello no fuera suficiente, los brillantes discursos, tanto del señor gobernador, doctor Cárcano, como del ilustrísimo señor obispo monseñor Bustos, las hacen explícitas, y con mucha mayor claridad que lo que pudiéramos hacer nosotros, en los estrechos límites de una crónica.

Pasemos ahora a hacer crónica de la por más de un concepto interesante fiesta a que dio lugar el acto oficial de referencia.

La partida

Anunciada para la seis de la mañana, tuvo lugar, por razones explicables, a las siete y treinta. Desde cerca de una hora antes de la salida, la avenida General Paz era un ir y venir de autos continuado, el bullicio que tan de madrugada se sentía, anunciaba que era algo que no era el movimiento diario del mucho tráfico que en dicha calle se nota.

Después de los preparativos y disposiciones de última hora, el gobernador, a la hora indicada, dio la orden de partir. Y una fila de veinticuatro autos, repletos de pasajeros, entre ellos algunas familias, volaban, no partían, a toda máquina rumbo a la bajada del Pueblo Nuevo hasta encontrar el camino que va a San Roque.

El viaje hasta Los Puentes se hizo sin ningún inconveniente, y sin ofrecer mayores anotaciones para el cronista que las que surgen de la belleza del paisaje recorrido. En esa zona, como en casi la totalidad de la región serrana de la provincia, la naturaleza ha sido muy pródiga, y desgraciadamente los cordobeses somos menos que desagradecidos, pues no le hemos dado hasta hoy el valor que encierran. Siempre, antes como hoy, y probablemente, mañana como ayer, hemos de preferir los sitios de otras provincias, hemos de ausentarnos de la República para ir a gozar de los paisajes de la Europa, cuando en nuestra propia provincia tenemos muchos de ellos inmejorables y tal vez superiores a unos y otros.

En Los Puentes

Al llegar a este bello sitio de San Roque, los autos detienen la marcha y esperan en una fila para hacer la entrada triunfal al punto de arranque del camino a inaugurarse. En medio de atronadoras bombas se hace la entrada. Una amplia calle de álamos, engalanada con gallardetes y banderas conduce hasta la casa del señor Jefe Político del departamento, don Carlos Paz, donde esperaban a la comitiva oficial, numerosos veraneantes en dicho punto, y cerca de quinientas personas, la mayoría a caballo, de la región serrana.

La llegada no pudo ser más agradable. Centenares de personas, especialmente “los serranos”, demostraban una alegría sin igual, justo regocijo del inmenso bien que recibirán dentro de muy poco tiempo.

 El nuevo templo

Después de las salutaciones y preguntas de estilo, el gobernador, comitiva y pueblo dirigiéronse a la capilla que los señores Paz y Margarita de Paz han hecho construir en uno de los muchos terrenos que poseen y en donde se levantará el pueblo “Carlos Paz”.

En la capilla encontrábase el señor obispo, y después de la misa celebrada, procediose a la bendición de aquella con la ceremonia del ritual.

Terminada la ceremonia religiosa, el diocesano dirigió breves y oportunas frases, haciendo resaltar la importancia que encerraba la erección de la capilla.

Al finalizar, se repartieron medallas conmemorativas.

Momentos después, la numerosa concurrencia dirigíase al pie de la columna de granito en el patio de la casa del señor Paz, erigida en conmemoración de las obras a inaugurarse.

 La bendición de la columna

 Al pie de esta se había levantado una tribuna, que fue ocupada por el gobernador, el obispo, los ministros, y varias familias. El diocesano procedió a la bendición de la mencionada columna, que ha de señalar en lo venidero, el punto inicial de la magna obra llevada a cabo por el gobierno, cual es la construcción del camino a los departamentos de la sierra.

Antes de la bendición el gobernador tiró de las cintas que envolvían aquélla, y la banda de la provincia hizo oír las vibrantes notas del himno de la Patria, que fue escuchado con religioso silencio, y cuyos últimos acordes fueron saludados con una prolongada salva de aplausos por la concurrencia.

Terminada la bendición, el doctor Cárcano pronunció el brillante discurso que más abajo publicamos.

La lectura del mismo nos elimina de hacer su elogio. Con la elocuencia que todos le reconocen, el señor gobernador dio lectura a su oración y una salva de aplausos coronaron sus últimas frases.

Luego el señor obispo Bustos leyó su discurso que también publicamos. Su lectura pone en evidencia el conocimiento que S.S. tiene de la región serrana, y de lo que importa la obra que se inaugura, como de lo que es necesario hacer aún para que aquella sea completada.

En seguida sube a la tribuna el delegado del comercio de Córdoba, señor González Solla y en nombre del mismo pronuncia un bonito discurso. Tiene párrafos de agradecimiento para el gobierno, y otro en que dice que los “pionners” del trabajo no pueden menos que recibir con satisfacción suma la obra que se inaugura, por las innumerables ventajas que ella encierra para el mejor y más fácil desarrollo de las industrias y del comercio, hasta hoy seriamente obstaculizados por la falta de un camino fácil que permitiera el libre transporte.

Prolongados aplausos se sienten al terminar el orador su discurso.

El doctor Julio Deheza pronunció asimismo una improvisación de oportunidad. Dirigiose especialmente a “los serranos”, haciéndoles ver lo que la obra significaba. Fue muy aplaudido.

 Excursión a San Antonio

 Después de la bendición de la columna granítica, la banda de la provincia hizo oír bonitas partituras de su vasto repertorio, bajo la reconocida y hábil batuta del maestro, señor Fracassi.

Tras breves momentos de descanso, una larga fila de autos dirigiéronse por el camino nuevo hasta la capilla de San Antonio, punto veraniego de los RR.PP. franciscanos, distante unos diez kilómetros, más o menos, del pueblo “Carlos Paz”.

En esta excursión fue donde se pudo apreciar la importancia de las obras que bajo la dirección del señor ingeniero Pagliari, se han iniciado.

El camino que servirá para el transporte de los productos de la sierra, a pesar de los 200 milímetros de agua caída, ofrecía una facilidad suma para el tránsito. Apenas si se conocía que había llovido, solo muy de tarde en tarde se encontraba señal visible de agua.

Llegados a “San Antonio”, los padres con sin igual galantería nos hicieron conocer su pintoresca casa y su capilla. Estas están construidas sobre una lomada y frente a un valle de panorama espléndido. Tienen todo lo que es necesario a la vida de descanso que buscan: aire purísimo, agua cristalina y de un sabor agradabilísimo, y también la soledad les es compañera, dándoles mayor libertad para sus expansiones, más que útiles, necesarias después de un año de estudio en la ciudad.

Mientras unos visitaban a los padres, otros de los excursionistas continuaban su paseo por el nuevo camino hasta unos diez kilómetros más allá de dicho punto.

Indudablemente que mientras más se interna uno en la sierra por el nuevo camino, más se deleita el espíritu ante la contemplación de esos paisajes que desfilan ante la vista del observador. Tan pronto bordea una especie de cima, como caracolea alrededor de un precipicio, ofreciendo por todas partes la prueba más acabada de la feracidad de los valles que circunda, y que han permanecido hasta hoy vírgenes e incultos.

El camino demuestra asimismo lo que puede la mano del hombre cuando dedica sus viriles energías al bien colectivo, disipando los atajos que ofrecen los peñascos y abre con la piqueta la peña que resiste al tiempo y a los años, para dejar paso y curso libre a lo que sus entrañas y valles encierran.

Al mediodía. El almuerzo

Importancia por todos conocida es la que tiene este punto del programa en las excursiones y paseos.

Después de varias horas de agitación y movimiento por el campo y la sierra, nada es tan agradable como una buena mesa. Y todos los que concurrieron a la excursión del domingo la tuvieron en la casa del señor Paz.

En las amplias galerías interiores de la casa se habían preparado mesas para 140 personas, pero los comensales pasaban de 180; los galantes y finos dueños de la casa, secundados por varios miembros de la familia de Paz, de Rodríguez de la Torre, Molinari, Portela, Peña y Pagliari multiplicaron sus atenciones y dieron cabida cómoda a todos sin excepción.

A pesar del excesivo número de comensales nada faltó; el servicio se hizo en forma irreprochable, y a los suculentos platos, entre los que no faltaron los “criollos de pura sangre” –la carne con cuero y la empanada- se les hizo un bien merecido honor.

Las dos horas que duró el almuerzo, como es de suponer, fueron momentos de agradabilísima expansión. Una alegre cháchara femenil dominaba un extremo de la mesa. Por todo el contorno de ella se veían rostros satisfechos y alegres. El vino tiene a veces, sino siempre, la virtud de expandir los espíritus, aún los más reacios.

Es de justicia hacer constar la actividad y celo desplegados por los esposos Paz. En todas partes se les veían; aquí daban una orden, allá distribuían una sonrisa a sus visitantes, y en todas partes eran admirados por ese “savoir faire” que los ha distinguido.

Han sabido desempeñar con altura sin igual el papel de finos dueños de casa. Y por ello, sin duda alguna, han de merecer el agradecimiento de todos los que tuvieron la suerte de participar de tan agradables momentos.

 Después de la comida

 Al destaparse el champagne, los señores Juan B. González y Julio Deheza pronunciaron entusiastas y elocuentes brindis, que fueron saludados por una salva de aplausos.

A las 2 y media se levantaron los comensales de la mesa, y desde dicha hora hasta las 5 y media que se inició el regreso, varios de los concurrentes realizaron excursiones hacia distintos puntos.

Varios grupos se dirigieron hacia el dique San Roque; otros a San Antonio, y los más se diseminaron por los alrededores de la casa o formaban círculos en las amplias galerías.

En todos se notaba la animación, que no decayó un solo momento en todo el día

Belisario y los platillos

El simpático y popular Belisario dio la nota cómica después de la comida, en los intervalos que amenizaba la banda.

Al tocarse la marcha de San Lorenzo el conocido comisario del palacio legislativo, revelando una nueva actividad, demostró con maestría que, en caso de “quedar cesante por algún decreto”, le quedaba aún el recurso de buscar una plaza en cualquier banda, pues manejó los platillos con arte y buen compás, mereciendo calurosos aplausos de los oyentes, incluso del director de la banda, señor Fracassi, quien no se admiró de la nueva habilidad, por lo que suponemos que algo le ha hablado, por las dudas.

 Los asistentes

 Entre los numerosos concurrentes que participaron del grato día, pasado en plena sierra, vimos a los siguientes.

Gobernador de la provincia, obispo diocesano, ministros del Ejecutivo, diputados nacionales, senadores, diputados, miembros del Poder Judicial, del clero, jefes del Ejército, funcionarios de la administración provincial, y a las siguientes familias.

De Cárcano, de Salas, de Molinari, de Rodríguez de la Torre, de Peña, de Novillo Cáceres, de Del Viso, de Torres Cabrera, de Achával, de Escalera, de Fragueiro, de García Montaño, de Portela, de Pagliari, de Paz, de Revol Warcalde, de Deheza, de Garayzábal, de Lebeau, de Román, etc, etc.

 El regreso

 A las 5 y media se inició, en medio de la mayor animación, sin que felizmente y a pesar del entusiasmo de algunos excursionistas y chauffeurs, sucediera acontecimiento alguno que lamentar, dada la furia con que corrían por la amplia carretera los autos.

Por mucho tiempo ha de perdurar la grata impresión del paseo del domingo en todos los ánimos de los asistentes a el, por las múltiples y agradables sensaciones recibidas.

 Discurso del gobernador Cárcano

 Ilustrísimo señor, señores. Inauguramos la construcción del Camino de las Cumbres. Significa para Córdoba la conquista de la montaña, y por eso marcamos esta fecha con el granito arrancado de su seno. Actualmente el viaje a los departamentos del Oeste se realiza por vía de Soto en veintisiete horas, y en veinte próximamente por vía de Villa Mercedes, con trasbordo en Río Cuarto y costo superior al viaje a Buenos Aires. La nueva vía de ciento ochenta y cinco kilómetros de recorrido, abierta hoy por piqueta del obrero, bendecida por el prelado y aclamada por el pueblo, permitirá verificar cómodamente en seis horas el mismo viaje.

Esta es en la más sencilla expresión, la razón e importancia del Camino de Las Cumbres, la obra más valiosa y trascendental que ha pensado y emprendido la Provincia, después del famoso dique San Roque.

Por la senda abrupta y estrecha, que apenas existe como una condescendencia espontánea de la naturaleza, se transportan al año dos millones de toneladas de mercaderías generales, y la recua paciente y perezosa, tarda ocho días en su travesía redonda.

Agréguese el considerable comercio que busca expansión por las vías férreas, que afronta tiempo, incomodidades y gastos, por no soportar el lomo de mula, la producción hoy estancada de la rica meseta de Achala, fértil pampa de 75 mil hectáreas, los productos de los valles y faldas de la vertiente oriental, donde ya penetra el capital inglés, fundando explotaciones de ganado de sangre, como la establecida por Mr. Reynolds, de 70 mil hectáreas de superficie, y sumando todo, oriente, occidente y altiplano, se tendrá un cálculo aproximado del tráfico inmediato del camino de Las Cumbres.

La comunicación directa de la capital de Córdoba con la región del Oeste quedará establecida pasando por San Roque, punto inicial de los estudios realizados, Las Rosas en San Antonio, pié de Copina, Las Ensenadas en el borde oriental de la sierra de Achala, a 2.000 metros sobre el nivel del mar, cruzando transversalmente la extensa altiplanicie, para descender la vertiente occidental por Mesillas y Puesto de Pérez, hasta empalmar con el camino longitudinal que toca en Mina Clavero, y une a Soto y Villa Dolores, estaciones de ferrocarriles de trocha ancha y angosta, que se dividen el tráfico del país. Numerosos caminos a acceso, abiertos por las necesidades locales, afluirán sobre la gran carretera de piedra. Serán las corrientes secundarias y lejanas que buscan su expansión y su fuerza en el ancho cauce del torrente, tranquilo en el llano, que llega a los puertos y desemboca en el mar.

La montaña está dominada. Nada inaccesible y aislado quedará en ella. Hoy se abre al trabajo, a las industrias, al comercio, al tráfico de todos, después de tres siglos de ser poblada por el conquistador. Los valles fértiles, las faldas boscosas, las mesetas feraces, los minerales sin número, los motores hidráulicos que ahora descienden ociosos de la altura, esperan su evolución productiva por el brazo del hombre y su espíritu de empresa.

Los vecinos de las sierras no tendrán ya necesidad de peregrinar en la llanura para ganar el sustento del año. El camino de Las Cumbres les incita al esfuerzo, a la transformación industrial, al comercio fácil y abierto para construir la fortuna en la propia casa. La riqueza que la capital de Córdoba contemplaba asfixiada entre sus montañas altas, en adelante arribará a Córdoba, cruzando garbosamente las montañas altas, invirtiendo el costo y velocidad discreta con que circula en la planicie. El servicio de automóviles de carga y pasajeros completará la obra del gobierno. La escarpada sierra, virgen inaccesible y salvaje, siempre envuelta en gasas azules, se develará complaciente a las caricias del trabajo fecundo, y entonces recién será verdadero el amor de la montaña y del hombre.

El camino de Las Cumbres es también el camino de lo bello. Arranca del borde del lago, diamante líquido contenido entre colinas verdes, atraviesa valles de cultivo, florestas primitivas, quebradas obscuras, puentes colgantes sobre torrentes bravíos, cimas doradas por el sol y donde descansan las nubes, cadenas dentadas, inmóviles y silenciosas; corre, sube, baja, gira, vuelve, avanza, se oculta, aparece, continúa y llega. En todas las horas las sensaciones serán nuevas e imprevistas; en todos los instantes los encantos infinitos de una naturaleza vigorosa e imponente, sombría y grave, delicada y deliciosa, abundante de colores, de gracia y de risa, nutrida por la frescura de las aguas eternas,  y el calor descendido de las crestas que buscan en la altura los amores del sol.

La espléndida carretera se desarrolla como un arabesco; es vía de comercio y atracción del artista, del esteta y hombre de gusto, ca`paces de sentir y amar el arte supremo de la naturaleza. Es construcción de economía y de belleza afrontada por el gobierno en medio de las dificultades del tesoro, seguro de crear la riqueza, multiplicar el trabajo y elevar la cultura. Incapaz del olvido egoísta, necesito, en este momento de satisfacción colectiva, hacer un acto de justicia y compensación moral. Necesito declarar que la sugestión de esta obra, grande por su concepción, su valor e influencia civilizadora, corresponde al ingeniero Pagliari, director de vías de comunicación de la provincia, bajo cuya inspiración y dirección se ha realizado el estudio más previsor y completo practicado en el país, sobre carreteras de montaña. Denuncio su nombre a la consideración y agradecimiento al pueblo de Córdoba, y descubro la columna que señala el punto de partida del camino de Las Cumbres, que durará en el timpo como el granito que marca su construcción y su destino.

He dicho.

Discurso del obispo Bustos

 Excmo. señor gobernador, Excmos. señores ministros, señoras y señores.

Aunque las funciones religiosas y civiles del gobierno sean diversas por naturaleza, no hay antagonismos excluyentes entre ellas. Todo lo contrario; proceden de dos hermanas gemelas que nacieron en la misma cuna, del mismo principio soberano y vienen con sus manos estrechadas por el mundo, promoviendo y haciendo más próspera y brillante la felicidad de hombres y pueblos.

Aquí las tenéis, dándose cita, y señalando un mismo día, sitio y hora, vienen a inaugurar al propio tiempo un templo consagrado a la religión por un vecino insigne de este pueblo naciente y un camino dedicado por el Excmo. Gobierno al mayor ennoblecimiento y cultura de la gran región serrana.

Los caminos por donde quiera que se tracen en esta provincia privada de ellos, son necesarios. Tienen la virtud de poner en acción las energías productoras, crear el intercambio comercial y producir la circulación de ideas nuevas ilustrando a las viejas y preparando el mejoramiento económico, intelectual y moral.

Pero, este que arrancando desde este punto y encarando la Sierra Grande, la atravesará por encima hasta el otro lado, representa una hazaña para el gobierno que lo emprende, una etapa de prosperidad para los habitantes de la región serrana, y un augurio venturoso para la Provincia y capital de Córdoba.

En las repetidas excursiones de mi ministerio, por uno y otro de sus lados y sobre sus cumbres, ha palpado el pasado eclipse que envuelve y deprime a sus habitantes, sintiendo pena con ellos, como solaz siento ahora en este momento por el risueño porvenir que este camino les ofrece.

Este acto, señores, ensancha mi espíritu con esperanzas floridas y grandes a favor de aquellos. Veo el término de la vida inactiva, el acabo de la tiranía del ocio y el encumbramiento de la soberanía del trabajo sobre estas regiones, bendecido en este día por la religión.

Desde muy pronto comenzaremos a ver pasar el carro triunfal del progreso por encima de aquella imponente fortaleza de rocas y peñascos. Comenzarán y continuarán pasando por sobre la misma corona de los Gigantes las ruedas del lujoso landó, del auto, del carro pesado de tráfico comercial, por donde solo la uña de la mula ha conservado su privilegio, tres veces secular, de pasar transportando el comercio inicial que recién hoy alcanzará su completo desarrollo.

El cóndor, sorprendido por el ruido del rodaje y estridor de las cadenas, saldrá de su caverna inaccesible y mirando azorado por lo alto, se volverá amedrentado, llevando a sus hijuelos la infausta nueva del cercano fin de su soberanía sobre aquellas alturas. El puma abandonará su guarida, llevándose a otra parte sus depredaciones y declarando libre a los criadores de su pesado y secular tributo. Desde la escarpada cresta alzará erguida su cabeza el guanaco que aún haya quedado, amujando las orejas bajará a la hondonada, anunciando a su consorte la próxima extinción y acabo de su raza.

Que triunfo, señores, el de este acto inaugural! El mismo camino que augura el acabo de estos pobladores salvajes, augura al propio tiempo el resurgimiento y transformación en hombres de labor y de progreso a los habitantes de toda aquella región; augura la llegada de numerosos y nuevos habitantes fundadores de pueblos sobre aquellas faldas escarpadas y altiplanicies. El camino rasgará el telón que por varios siglos ha tenido ocultos tantos y tan hermosos panoramas, tantos prestigios atrayentes, y cautivarán a cuantos los descubren.

Heraldos y vanguardia de los nuevos pueblos serán los turistas, quienes volverán a los distintos puntos de su procedencia cargados de impresiones poéticas, de crónicas pintorescas, de fotografías curiosísimas, de indescriptibles cuadros, recogidos en aquellas caprichosas y sublimes formas que tomó la roca hirviente como cera en un momento, y helada después, en edades anteriores, y la pregonarán.

Pregonarán el clima cercano a las nubes allá arriba, las aguas frescas de color topacio que abundan, el horizonte ilimitado que extasía la mirada, la temperatura siempre suave y dulce, sin un solo día del año de calor enervante.

Las pregonarán estos y buscarán de aprovecharlas todos los otros.

Los que sienten el aguijón impelente a la contemplación de las cosas altas, los cultivadores del espíritu en contraposición de las fuerzas que …. A los hombres, a la superficialidad, los atormentados por las ironías de la vida, los que llevan el pecho abierto por decepciones amargas, los náufragos desorientados en el mar de la vida, perdida la estrella que les sonreía, los que buscan el dique de carena para reparar las averías sufridas; todos encontrarán por aquellas faldas los albergues

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El domingo 3 de enero de 1915, cuando Villa Carlos Paz apenas era un caserío de escasa importancia, se realizó en el entonces paraje conocido como “Los Puentes” un acto público multitudinario encabezado por el  gobernador Ramón J. Cárcano, acompañado por ministros y funcionarios de gobierno, legisladores provinciales y nacionales, jueces, militares, eclesiásticos, residentes estables, turistas, y gran cantidad de pobladores del entorno, constituyendo un evento de gran trascendencia.

    En primer término, el obispo diocesano de Córdoba, Zenón Bustos, habilitó al culto religioso la primera capilla del pueblo bajo la advocación de Nuestra Señora del Carmen, la que fue construida y donada por el matrimonio de Carlos Paz y Margarita Avanzatto. Era un sencillo edificio de ladrillo, madera y piedra que fue demolido en los años ´50 para construir la casa parroquial. Un portal similar al original fue erigido tiempo atrás sobre el Pasaje del Carmen para recordar su pasada existencia.

Seguidamente, Cárcano y su comitiva se dirigieron al punto de inicio del Camino a Las Cumbres, frente a la casa de Carlos Paz (actual esquina de calles 9 de julio y Lisandro de la Torre) sitio donde se realizó el acto formal de inauguración de la obra vial. En ese lugar el gobernador descubrió el monolito de piedra que actualmente se encuentra en la plazoleta de la Secretaría de Turismo, en avenida San Martín esquina H. Irigoyen.

El camino aludido, que todos conocemos -y reconocemos- por sus puentes colgantes, fue la más importante obra vial de su época, no solo por su complejidad técnica sino también por su trascendencia política y económica, solo comparable con otra obra majestuosa: el dique San Roque.

Con su apertura se rompió el aislamiento secular de los pueblos del oeste de la Provincia, constituyendo una obra estratégica para la integración y el desarrollo de esa región desarticulada de Córdoba representada por los Departamentos de Minas, Pocho, San Alberto y San Javier.

Vencer el macizo de Achala, accidente orográfico que durante siglos se presentó como una barrera infranqueable, que no solo dividía aguas sino también oportunidades, fue el desafío encarado por el gobernador Cárcano en su primer período de gobierno (1913-1916).

     Navegando en la corriente del “progresismo”, inspirado por la acción pastoral del presbítero Gabriel Brochero y atendiendo demandas concretas del Jefe Político de Punilla, Carlos Nicandro Paz, ordenó elaborar un proyecto vial para integrar la economía y la población de tras-la-sierra al resto del territorio provincial, rompiendo así su aislamiento secular.

Bajo la dirección del infatigable ingeniero Arturo Pagliari, director de Vías de Comunicación, se inició la obra a mediados de 1914 y fue avanzando por etapas, concluyéndose totalmente en 1918, cuando ya Cárcano había dejado la gobernación.

     A partir de entonces la naciente Villa Carlos Paz se convirtió en el punto de bifurcación (o convergencia, según se aprecie) de los caminos serranos de esta parte de la Provincia, uno con rumbo norte hacia Cruz del Eje y otro con rumbo sudoeste hacia Villa Dolores, constituyéndose en un lugar de paso obligado para todos los viajeros.

Por esta importante razón nuestra villa adquirió relevancia y comenzó a ser considerada un lugar atractivo para ejercer el comercio y emprender actividades asociadas al turismo, lo que significó en la práctica un lento pero sostenido crecimiento como centro vacacional.

     El monolito de piedra, admirablemente tallado sobre relieve en un solo bloque de granito extraído de la misma montaña que había sido vencida a fuerza de explosivos, resiste el paso de tiempo y el olvido de la ciudadanía en un lugar alejado de su sitio original, pues el "progreso", que muchas veces se malentiende como "deshacerse de lo viejo para crear algo nuevo", lo relegó de las miradas y de la memoria.

     En cuanto al "camino de los puentes colgantes", es triste comprobar el acentuado deterioro que tiene su trazado y la progresiva destrucción que se ha hecho de esas admirables estructuras metálicas que sortean las profundas quebradas, maltratadas por vándalos, rotas por carreras automovilísticas, expoliadas por amantes de los fierros viejos, y abandonadas por los funcionarios de turno.

     En síntesis, esta obra, por su importancia y trascendencia, constituyó un hito fundacional de nuestra ciudad y su historia debe ser conocida y difundida por quienes la transitan a diario. Solo al tomar conciencia de su significado podrá ser valorada en su justa medida, rindiendo homenaje a sus creadores y a los cientos de sacrificados obreros que trabajaron en ellas.

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