1915: La Conquista del Oeste
por Jorge Enrique Etchevarne
Córdoba, domingo 3 de enero de 1915, seis y treinta horas.
La mañana se presentaba fresca y perfumada ese primer domingo del año nuevo, aunque el agradable ambiente pronto sería caldeado por un sol ardiente camino a su cenit.
Las recientes lluvias, las más copiosas de los últimos años, habían convertido en lodazales la mayoría de las calles de la capital, pero al menos habían traído un poco de alivio a la extenuada humanidad de sus habitantes tras el implacable calor de la última semana.
El ir y venir de automóviles negros, de los cuales descendían damas y señores vestidos para la ocasión, alteraba la tranquilidad de la avenida General Paz (o simplemente “La Paz”, como se la conocía popularmente) algo inusual en un día de descanso y a hora tan temprana. Faltaba todavía para que el campanario de Santo Domingo llamara a misa.
Los autos que iban llegando se enfilaban junto a la vereda donde se encontraba la señorial casona de estilo francés, en la primera cuadra de la tradicional avenida. Sus chauffeurs cuidábanse bien de que los mimados vehículos no estorbasen el paso de los tranway eléctricos, en caso de que alguno de ellos osara aparecer.
Resultaba obvio que el protocolo establecido no se cumpliría. La elegante mansión que había hecho construir Félix Tomás Garzón se encontraba colmada de funcionarios de gobierno y personalidades de la política cordobesa, ansiosos por partir, pero el gobernador se hacía rogar, refugiado en su recámara de la planta alta.
En su habitación, Cárcano caminaba nervioso de un lado a otro, ensimismado en sus pensamientos. Más de una vez reprimió sus deseos de encender el primer cigarro del día, a sabiendas que le caería mal por tener el estómago vacío, ya que por todo desayuno solo había apurado un café.
Este sería uno de los días más importantes de su carrera política, esta vez como gobernador de Córdoba, y estaba dispuesto a demostrar su vocación progresista. Seguramente su orgullo igualaba al que había experimentado Juárez Celman cuando impulsó la construcción del dique San Roque, obra que no alcanzó a inaugurar cuando fue Presidente debido a los acontecimientos de El Parque.
Imposible. Él no iba a permitir que su sucesor -¡Dios nos libre si fuera radical!- tuviera el honor de inaugurarlo, alzándose con los laureles que por mérito consideraba propios.
Entonces… ¿por qué no adelantar el ansiado evento? El primer tramo hasta Copina ya casi estaba listo, y su amigo Carlos Paz, quien había insistido tanto como el finado Brochero para que esta obra llegara a buen término, sostenía el mismo parecer.
Así
las cosas, había dispuesto que se haría un acto inaugural ni bien concluyese el
primer tramo del camino, a todas luces el más fácil de realizar porque desde
Los Puentes hasta San Antonio ya era transitable, restando una corta distancia
para alcanzar Copina, al pie de
Lo importante era consolidar el primer paso, recrear expectativas en su gobierno, inyectar optimismo en una época aciaga para el mundo, porque la guerra europea, aunque lejana, acarreaba perjuicios económicos para la provincia y las consecuencias sociales se hacían sentir. Una legión de desocupados deambulaba por las calles de la ciudad demandando a los poderes públicos qué hacer.
Su prosecretario, Cisneros Malbrán, tocó la puerta avisándole que los funcionarios nacionales habían llegado, justo en el momento que él los observaba ingresar desde el ventanal que daba a la calle, impaciente por su retraso. Parecía mentira; quienes estaban más cerca del lugar de la cita, resultaban ser los más rezagados ¿demorados por un desayuno tardío? No, seguramente querían hacerle notar la importancia de sus investiduras.
Se encaminó hacia la puerta no sin antes detenerse frente al espejo para mirarse por última vez antes de abandonar la habitación. Ajustó el corbatín, palpó el bolsillo derecho del saco asegurándose de llevar consigo el discurso que había preparado, tomó su bastón y su sombrero, y salió del recinto.
Las voces ininteligibles de innumerables conversaciones entremezcladas llegaron hasta él desde la planta baja. Se asomó por la barandilla de la escalera, observando desde lo alto al abigarrado grupo que lo esperaba en el gran salón de recepción.
Allí estaba su hijo Miguel Ángel, oficiando de recepcionista en el hall de entrada. Detrás de él el vicegobernador, Félix Garzón Maceda, conversando animadamente con los ministros de Gobierno Justino César, y de Obras Públicas Juan González.
Allí estaban los representantes de la industria y del comercio de Córdoba, Domingo Minetti, Gabriel González Solla y Ceferino Revuelta, representantes de la Bolsa de Comercio, seguramente especulando sobre futuros negocios que harían cuando se liberase el camino a tras la sierra.
Allí estaba buena parte de los legisladores provinciales, la mayoría demócratas, entre ellos el senador Julio Deheza, representante de los departamentos del oeste, los cuales se verían beneficiados en poco tiempo más por su magna obra.
Allí estaba también la persona que Ramón J. Cárcano consideraba indispensable por razones obvias; el director de Vías de Comunicación, Arturo Pagliari, quien había trabajado incansablemente en la elaboración del proyecto y su puesta en marcha. A él le debía buena parte de su propia gloria.
Descendió los peldaños con la parsimonia de quien controla la situación, deslizando sus dedos a lo largo del pasamano. Su sonrisa, enmarcada por bigotes enhiestos, irradiaba alegría. Saludó al gentío alzando levemente su brazo derecho y recibió un cerrado y espontáneo aplauso.
En el rellano, estrechó algunas manos, miró sobre los hombros como tomando lista a los presentes y se dispuso a hablar. El murmullo cesó.
_ ¡Señores, hoy haremos historia! _dijo con aplomo.
Todos
asintieron moviendo sus cabezas, convencidos de la sentencia.
Le ordenó a su secretario que repartiera las escarapelas. Él fue el primero en recibirla e inmediatamente la prendió de su solapa. El resto de los presentes lo imitó. Era un moño grande y sus colores patrios contrastaban vivamente en los trajes oscuros.
Un
asistente le avisó que la banda de música había llegado en el tren al dique San
Roque y estaba siendo trasladada en lanchas hasta el lugar de la ceremonia.
Cárcano sonrió satisfecho, giró sobre sí, atravesó el umbral y salió a la
calle; y tras él, todos los demás.
Cuando
pasaron frente al teatro Rivera Indarte, Cárcano contempló el magnífico
edificio de estilo ecléctico, adornado con graciosas esculturas clásicas,
recordando las gestiones que tuvo que realizar siendo ministro de Ambrosio
Olmos para darle a Córdoba su coliseo.
La vía por la que transitaban, separaba, de hecho, dos mundos opuestos y esencialmente contradictorios. Hacia el oeste, la parte vieja de la ciudad, todavía dominada por El Abrojal, pobre y relegada, con sus calles angostas y tortuosas.
Hacia el este, el moderno barrio de Nueva Córdoba, delineado por el Carlos Thays, con avenidas amplias y elegantes paseos, donde surgían, aquí y allá, magníficas residencias que la gente distinguida mandaba construir.
Como un invisible resorte, la caravana por momentos se alongaba y por otros se comprimía. De manera similar a una disciplinada fila de hormigas negras, los automóviles doblaron a la derecha por la calle Pueyrredón para rodear el Pueblo Nuevo y buscar la cuesta San Roque.
Cuando cruzaron la temperamental cañada, el curso de agua se mostraba calmo, pero las marcas dejadas en el calicanto acusaban que poco había faltado para que el torrente del día anterior desbordara y causara una tragedia.
Ya en Los Altos, el gobernador le pidió a su ocasional chofer que sacara provecho de los 36 H.P. de los que tanto alardeaba. Roldán apretó el acelerador y el torpédo pareció volar sobre el macadam.
Cárcano no pudo reprimir una mueca de satisfacción cuando comprobó que la disparada había tomado desprevenidos a sus escoltas que. Felizmente para ellos, la lluvia caída en la víspera los libraría de la nube de tierra.
En Los Puentes los esperaba el Jefe Político de Punilla y el obispo de Córdoba, monseñor Zenón Bustos. Este último no solo daría su bendición a la obra vial; también debía inaugurar la capilla construida y donada por Carlos Paz y su esposa.
Sí, este sería un gran día para todos...
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Crónica del
diario “Los Principios”, publicada el 5 de enero de 1915:
Debido a esa falta tan sentida, es que permanecen
los citados departamentos ignorados en lo que se refiere a las riquezas que
encierran sus fértiles tierras, y sus productos no pueden ser traídos a esta
capital o exportados a los puertos del litoral. Y por ello es que decimos que,
con el camino cuyos trabajos se han ya iniciado, se abre una nueva etapa para
ellos.
Sobre la importancia que encierra el camino
expresado no nos detendremos a hacer reflexiones, ni demostraciones de que nos
eximen su solo enunciado, y si ello no fuera suficiente, los brillantes
discursos, tanto del señor gobernador, doctor Cárcano, como del ilustrísimo
señor obispo monseñor Bustos, las hacen explícitas, y con mucha mayor claridad
que lo que pudiéramos hacer nosotros, en los estrechos límites de una crónica.
Pasemos ahora a hacer crónica de la por más de un concepto interesante fiesta a que dio lugar el acto oficial de referencia.
La partida
Anunciada para la seis de la mañana, tuvo lugar, por razones explicables, a las siete y treinta. Desde cerca de una hora antes de la salida, la avenida General Paz era un ir y venir de autos continuado, el bullicio que tan de madrugada se sentía, anunciaba que era algo que no era el movimiento diario del mucho tráfico que en dicha calle se nota.
Después de los preparativos y disposiciones de
última hora, el gobernador, a la hora indicada, dio la orden de partir. Y una
fila de veinticuatro autos, repletos de pasajeros, entre ellos algunas
familias, volaban, no partían, a toda máquina rumbo a la bajada del Pueblo
Nuevo hasta encontrar el camino que va a San Roque.
El viaje hasta Los Puentes se hizo sin ningún
inconveniente, y sin ofrecer mayores anotaciones para el cronista que las que
surgen de la belleza del paisaje recorrido. En esa zona, como en casi la
totalidad de la región serrana de la provincia, la naturaleza ha sido muy
pródiga, y desgraciadamente los cordobeses somos menos que desagradecidos, pues
no le hemos dado hasta hoy el valor que encierran. Siempre, antes como hoy, y
probablemente, mañana como ayer, hemos de preferir los sitios de otras
provincias, hemos de ausentarnos de
En Los Puentes
Al llegar a este bello sitio de San Roque, los autos detienen la marcha y esperan en una fila para hacer la entrada triunfal al punto de arranque del camino a inaugurarse. En medio de atronadoras bombas se hace la entrada. Una amplia calle de álamos, engalanada con gallardetes y banderas conduce hasta la casa del señor Jefe Político del departamento, don Carlos Paz, donde esperaban a la comitiva oficial, numerosos veraneantes en dicho punto, y cerca de quinientas personas, la mayoría a caballo, de la región serrana.
La llegada no pudo ser más agradable. Centenares de
personas, especialmente “los serranos”, demostraban una alegría sin igual,
justo regocijo del inmenso bien que recibirán dentro de muy poco tiempo.
Después de las salutaciones y preguntas de estilo, el gobernador, comitiva y pueblo dirigiéronse a la capilla que los señores Paz y Margarita de Paz han hecho construir en uno de los muchos terrenos que poseen y en donde se levantará el pueblo “Carlos Paz”.
En la capilla encontrábase el señor obispo, y
después de la misa celebrada, procediose a la bendición de aquella con la
ceremonia del ritual.
Terminada la ceremonia religiosa, el diocesano
dirigió breves y oportunas frases, haciendo resaltar la importancia que
encerraba la erección de la capilla.
Al finalizar, se repartieron medallas
conmemorativas.
Momentos después, la numerosa concurrencia dirigíase
al pie de la columna de granito en el patio de la casa del señor Paz, erigida
en conmemoración de las obras a inaugurarse.
Antes de la bendición el gobernador tiró de las
cintas que envolvían aquélla, y la banda de la provincia hizo oír las vibrantes
notas del himno de
Terminada la bendición, el doctor Cárcano pronunció
el brillante discurso que más abajo publicamos.
La lectura del mismo nos elimina de hacer su elogio.
Con la elocuencia que todos le reconocen, el señor gobernador dio lectura a su
oración y una salva de aplausos coronaron sus últimas frases.
Luego el señor obispo Bustos leyó su discurso que
también publicamos. Su lectura pone en evidencia el conocimiento que S.S. tiene
de la región serrana, y de lo que importa la obra que se inaugura, como de lo que
es necesario hacer aún para que aquella sea completada.
En seguida sube a la tribuna el delegado del comercio
de Córdoba, señor González Solla y en nombre del mismo pronuncia un bonito
discurso. Tiene párrafos de agradecimiento para el gobierno, y otro en que dice
que los “pionners” del trabajo no pueden menos que recibir con satisfacción
suma la obra que se inaugura, por las innumerables ventajas que ella encierra
para el mejor y más fácil desarrollo de las industrias y del comercio, hasta
hoy seriamente obstaculizados por la falta de un camino fácil que permitiera el
libre transporte.
Prolongados aplausos se sienten al terminar el
orador su discurso.
El doctor Julio Deheza pronunció asimismo una
improvisación de oportunidad. Dirigiose especialmente a “los serranos”,
haciéndoles ver lo que la obra significaba. Fue muy aplaudido.
Tras breves momentos de descanso, una larga fila de
autos dirigiéronse por el camino nuevo hasta la capilla de San Antonio, punto
veraniego de los RR.PP. franciscanos, distante unos diez kilómetros, más o
menos, del pueblo “Carlos Paz”.
En esta excursión fue donde se pudo apreciar la
importancia de las obras que bajo la dirección del señor ingeniero Pagliari, se
han iniciado.
El camino que servirá para el transporte de los
productos de la sierra, a pesar de los
Llegados a “San Antonio”, los padres con sin igual
galantería nos hicieron conocer su pintoresca casa y su capilla. Estas están
construidas sobre una lomada y frente a un valle de panorama espléndido. Tienen
todo lo que es necesario a la vida de descanso que buscan: aire purísimo, agua
cristalina y de un sabor agradabilísimo, y también la soledad les es compañera,
dándoles mayor libertad para sus expansiones, más que útiles, necesarias después
de un año de estudio en la ciudad.
Mientras unos visitaban a los padres, otros de los
excursionistas continuaban su paseo por el nuevo camino hasta unos diez
kilómetros más allá de dicho punto.
Indudablemente que mientras más se interna uno en la
sierra por el nuevo camino, más se deleita el espíritu ante la contemplación de
esos paisajes que desfilan ante la vista del observador. Tan pronto bordea una especie
de cima, como caracolea alrededor de un precipicio, ofreciendo por todas partes
la prueba más acabada de la feracidad de los valles que circunda, y que han
permanecido hasta hoy vírgenes e incultos.
El camino demuestra asimismo lo que puede la mano
del hombre cuando dedica sus viriles energías al bien colectivo, disipando los
atajos que ofrecen los peñascos y abre con la piqueta la peña que resiste al
tiempo y a los años, para dejar paso y curso libre a lo que sus entrañas y
valles encierran.
Al mediodía. El almuerzo
Importancia por todos conocida es la que tiene este punto del programa en las excursiones y paseos.
Después de varias horas de agitación y movimiento
por el campo y la sierra, nada es tan agradable como una buena mesa. Y todos
los que concurrieron a la excursión del domingo la tuvieron en la casa del
señor Paz.
En las amplias galerías interiores de la casa se
habían preparado mesas para 140 personas, pero los comensales pasaban de 180;
los galantes y finos dueños de la casa, secundados por varios miembros de la
familia de Paz, de Rodríguez de
A pesar del excesivo número de comensales nada
faltó; el servicio se hizo en forma irreprochable, y a los suculentos platos,
entre los que no faltaron los “criollos de pura sangre” –la carne con cuero y
la empanada- se les hizo un bien merecido honor.
Las dos horas que duró el almuerzo, como es de
suponer, fueron momentos de agradabilísima expansión. Una alegre cháchara
femenil dominaba un extremo de la mesa. Por todo el contorno de ella se veían
rostros satisfechos y alegres. El vino tiene a veces, sino siempre, la virtud
de expandir los espíritus, aún los más reacios.
Es de justicia hacer constar la actividad y celo
desplegados por los esposos Paz. En todas partes se les veían; aquí daban una
orden, allá distribuían una sonrisa a sus visitantes, y en todas partes eran
admirados por ese “savoir faire” que los ha distinguido.
Han sabido desempeñar con altura sin igual el papel
de finos dueños de casa. Y por ello, sin duda alguna, han de merecer el
agradecimiento de todos los que tuvieron la suerte de participar de tan
agradables momentos.
A las 2 y media se levantaron los comensales de la
mesa, y desde dicha hora hasta las 5 y media que se inició el regreso, varios
de los concurrentes realizaron excursiones hacia distintos puntos.
Varios grupos se dirigieron hacia el dique San
Roque; otros a San Antonio, y los más se diseminaron por los alrededores de la
casa o formaban círculos en las amplias galerías.
En todos se notaba la animación, que no decayó un
solo momento en todo el día
Belisario y los platillos
El simpático y popular Belisario dio la nota cómica después de la comida, en los intervalos que amenizaba la banda.
Al tocarse la marcha de San Lorenzo el conocido
comisario del palacio legislativo, revelando una nueva actividad, demostró con
maestría que, en caso de “quedar cesante por algún decreto”, le quedaba aún el
recurso de buscar una plaza en cualquier banda, pues manejó los platillos con
arte y buen compás, mereciendo calurosos aplausos de los oyentes, incluso del
director de la banda, señor Fracassi, quien no se admiró de la nueva habilidad,
por lo que suponemos que algo le ha hablado, por las dudas.
Gobernador de la provincia, obispo diocesano,
ministros del Ejecutivo, diputados nacionales, senadores, diputados, miembros
del Poder Judicial, del clero, jefes del Ejército, funcionarios de la
administración provincial, y a las siguientes familias.
De Cárcano, de Salas, de Molinari, de Rodríguez de
Por mucho tiempo ha de perdurar la grata impresión
del paseo del domingo en todos los ánimos de los asistentes a el, por las múltiples
y agradables sensaciones recibidas.
Esta
es en la más sencilla expresión, la razón e importancia del Camino de Las
Cumbres, la obra más valiosa y trascendental que ha pensado y emprendido
Por
la senda abrupta y estrecha, que apenas existe como una condescendencia
espontánea de la naturaleza, se transportan al año dos millones de toneladas de
mercaderías generales, y la recua paciente y perezosa, tarda ocho días en su
travesía redonda.
Agréguese
el considerable comercio que busca expansión por las vías férreas, que afronta
tiempo, incomodidades y gastos, por no soportar el lomo de mula, la producción
hoy estancada de la rica meseta de Achala, fértil pampa de 75 mil hectáreas,
los productos de los valles y faldas de la vertiente oriental, donde ya penetra
el capital inglés, fundando explotaciones de ganado de sangre, como la
establecida por Mr. Reynolds, de 70 mil hectáreas de superficie, y sumando todo,
oriente, occidente y altiplano, se tendrá un cálculo aproximado del tráfico
inmediato del camino de Las Cumbres.
La
comunicación directa de la capital de Córdoba con la región del Oeste quedará
establecida pasando por San Roque, punto inicial de los estudios realizados,
Las Rosas en San Antonio, pié de Copina, Las Ensenadas en el borde oriental de
la sierra de Achala, a
La
montaña está dominada. Nada inaccesible y aislado quedará en ella. Hoy se abre
al trabajo, a las industrias, al comercio, al tráfico de todos, después de tres
siglos de ser poblada por el conquistador. Los valles fértiles, las faldas
boscosas, las mesetas feraces, los minerales sin número, los motores
hidráulicos que ahora descienden ociosos de la altura, esperan su evolución
productiva por el brazo del hombre y su espíritu de empresa.
Los
vecinos de las sierras no tendrán ya necesidad de peregrinar en la llanura para
ganar el sustento del año. El camino de Las Cumbres les incita al esfuerzo, a
la transformación industrial, al comercio fácil y abierto para construir la
fortuna en la propia casa. La riqueza que la capital de Córdoba contemplaba
asfixiada entre sus montañas altas, en adelante arribará a Córdoba, cruzando
garbosamente las montañas altas, invirtiendo el costo y velocidad discreta con
que circula en la planicie. El servicio de automóviles de carga y pasajeros
completará la obra del gobierno. La escarpada sierra, virgen inaccesible y
salvaje, siempre envuelta en gasas azules, se develará complaciente a las
caricias del trabajo fecundo, y entonces recién será verdadero el amor de la
montaña y del hombre.
El
camino de Las Cumbres es también el camino de lo bello. Arranca del borde del
lago, diamante líquido contenido entre colinas verdes, atraviesa valles de
cultivo, florestas primitivas, quebradas obscuras, puentes colgantes sobre
torrentes bravíos, cimas doradas por el sol y donde descansan las nubes, cadenas
dentadas, inmóviles y silenciosas; corre, sube, baja, gira, vuelve, avanza, se
oculta, aparece, continúa y llega. En todas las horas las sensaciones serán
nuevas e imprevistas; en todos los instantes los encantos infinitos de una
naturaleza vigorosa e imponente, sombría y grave, delicada y deliciosa,
abundante de colores, de gracia y de risa, nutrida por la frescura de las aguas
eternas, y el calor descendido de las
crestas que buscan en la altura los amores del sol.
La
espléndida carretera se desarrolla como un arabesco; es vía de comercio y
atracción del artista, del esteta y hombre de gusto, ca`paces de sentir y amar
el arte supremo de la naturaleza. Es construcción de economía y de belleza
afrontada por el gobierno en medio de las dificultades del tesoro, seguro de
crear la riqueza, multiplicar el trabajo y elevar la cultura. Incapaz del
olvido egoísta, necesito, en este momento de satisfacción colectiva, hacer un
acto de justicia y compensación moral. Necesito declarar que la sugestión de
esta obra, grande por su concepción, su valor e influencia civilizadora,
corresponde al ingeniero Pagliari, director de vías de comunicación de la
provincia, bajo cuya inspiración y dirección se ha realizado el estudio más
previsor y completo practicado en el país, sobre carreteras de montaña.
Denuncio su nombre a la consideración y agradecimiento al pueblo de Córdoba, y
descubro la columna que señala el punto de partida del camino de Las Cumbres,
que durará en el timpo como el granito que marca su construcción y su destino.
He
dicho.
Discurso del obispo Bustos
Aunque las funciones
religiosas y civiles del gobierno sean diversas por naturaleza, no hay
antagonismos excluyentes entre ellas. Todo lo contrario; proceden de dos
hermanas gemelas que nacieron en la misma cuna, del mismo principio soberano y
vienen con sus manos estrechadas por el mundo, promoviendo y haciendo más
próspera y brillante la felicidad de hombres y pueblos.
Aquí las tenéis, dándose
cita, y señalando un mismo día, sitio y hora, vienen a inaugurar al propio
tiempo un templo consagrado a la religión por un vecino insigne de este pueblo
naciente y un camino dedicado por el Excmo. Gobierno al mayor ennoblecimiento y
cultura de la gran región serrana.
Los caminos por donde
quiera que se tracen en esta provincia privada de ellos, son necesarios. Tienen
la virtud de poner en acción las energías productoras, crear el intercambio
comercial y producir la circulación de ideas nuevas ilustrando a las viejas y
preparando el mejoramiento económico, intelectual y moral.
Pero, este que arrancando
desde este punto y encarando
En las repetidas excursiones
de mi ministerio, por uno y otro de sus lados y sobre sus cumbres, ha palpado
el pasado eclipse que envuelve y deprime a sus habitantes, sintiendo pena con
ellos, como solaz siento ahora en este momento por el risueño porvenir que este
camino les ofrece.
Este acto, señores,
ensancha mi espíritu con esperanzas floridas y grandes a favor de aquellos. Veo
el término de la vida inactiva, el acabo de la tiranía del ocio y el
encumbramiento de la soberanía del trabajo sobre estas regiones, bendecido en este
día por la religión.
Desde muy pronto
comenzaremos a ver pasar el carro triunfal del progreso por encima de aquella
imponente fortaleza de rocas y peñascos. Comenzarán y continuarán pasando por
sobre la misma corona de los Gigantes las ruedas del lujoso landó, del auto,
del carro pesado de tráfico comercial, por donde solo la uña de la mula ha
conservado su privilegio, tres veces secular, de pasar transportando el
comercio inicial que recién hoy alcanzará su completo desarrollo.
El cóndor, sorprendido por
el ruido del rodaje y estridor de las cadenas, saldrá de su caverna inaccesible
y mirando azorado por lo alto, se volverá amedrentado, llevando a sus hijuelos
la infausta nueva del cercano fin de su soberanía sobre aquellas alturas. El
puma abandonará su guarida, llevándose a otra parte sus depredaciones y
declarando libre a los criadores de su pesado y secular tributo. Desde la
escarpada cresta alzará erguida su cabeza el guanaco que aún haya quedado,
amujando las orejas bajará a la hondonada, anunciando a su consorte la próxima
extinción y acabo de su raza.
Que triunfo, señores, el
de este acto inaugural! El mismo camino que augura el acabo de estos pobladores
salvajes, augura al propio tiempo el resurgimiento y transformación en hombres
de labor y de progreso a los habitantes de toda aquella región; augura la
llegada de numerosos y nuevos habitantes fundadores de pueblos sobre aquellas
faldas escarpadas y altiplanicies. El camino rasgará el telón que por varios
siglos ha tenido ocultos tantos y tan hermosos panoramas, tantos prestigios
atrayentes, y cautivarán a cuantos los descubren.
Heraldos y vanguardia de
los nuevos pueblos serán los turistas, quienes volverán a los distintos puntos
de su procedencia cargados de impresiones poéticas, de crónicas pintorescas, de
fotografías curiosísimas, de indescriptibles cuadros, recogidos en aquellas
caprichosas y sublimes formas que tomó la roca hirviente como cera en un
momento, y helada después, en edades anteriores, y la pregonarán.
Pregonarán el clima
cercano a las nubes allá arriba, las aguas frescas de color topacio que
abundan, el horizonte ilimitado que extasía la mirada, la temperatura siempre
suave y dulce, sin un solo día del año de calor enervante.
Las pregonarán estos y
buscarán de aprovecharlas todos los otros.
Los que sienten el
aguijón impelente a la contemplación de las cosas altas, los cultivadores del
espíritu en contraposición de las fuerzas que …. A los hombres, a la
superficialidad, los atormentados por las ironías de la vida, los que llevan el
pecho abierto por decepciones amargas, los náufragos desorientados en el mar de
la vida, perdida la estrella que les sonreía, los que buscan el dique de carena
para reparar las averías sufridas; todos encontrarán por aquellas faldas los
albergues
El domingo 3 de enero de 1915, cuando Villa Carlos Paz apenas era un caserío de escasa importancia, se realizó en el entonces paraje conocido como “Los Puentes” un acto público multitudinario encabezado por el gobernador Ramón J. Cárcano, acompañado por ministros y funcionarios de gobierno, legisladores provinciales y nacionales, jueces, militares, eclesiásticos, residentes estables, turistas, y gran cantidad de pobladores del entorno, constituyendo un evento de gran trascendencia.
En primer término, el obispo diocesano de Córdoba, Zenón Bustos, habilitó al culto religioso la primera capilla del pueblo bajo la advocación de Nuestra Señora del Carmen, la que fue construida y donada por el matrimonio de Carlos Paz y Margarita Avanzatto. Era un sencillo edificio de ladrillo, madera y piedra que fue demolido en los años ´50 para construir la casa parroquial. Un portal similar al original fue erigido tiempo atrás sobre el Pasaje del Carmen para recordar su pasada existencia.
Seguidamente, Cárcano y su comitiva se dirigieron al punto de inicio del Camino a Las Cumbres, frente a la casa de Carlos Paz (actual esquina de calles 9 de julio y Lisandro de
El camino aludido, que todos conocemos -y reconocemos- por sus puentes colgantes, fue la más importante obra vial de su época, no solo por su complejidad técnica sino también por su trascendencia política y económica, solo comparable con otra obra majestuosa: el dique San Roque.
Con su apertura se rompió el aislamiento secular de los pueblos del oeste de
Vencer el macizo de Achala, accidente orográfico que durante siglos se presentó como una barrera infranqueable, que no solo dividía aguas sino también oportunidades, fue el desafío encarado por el gobernador Cárcano en su primer período de gobierno (1913-1916).
Bajo la dirección del infatigable ingeniero Arturo Pagliari, director de Vías de Comunicación, se inició la obra a mediados de 1914 y fue avanzando por etapas, concluyéndose totalmente en 1918, cuando ya Cárcano había dejado la gobernación.
Por esta importante razón nuestra villa adquirió relevancia y comenzó a ser considerada un lugar atractivo para ejercer el comercio y emprender actividades asociadas al turismo, lo que significó en la práctica un lento pero sostenido crecimiento como centro vacacional.
Excelente recordatorio.
ResponderEliminarMuchas gracias.
Muy interesante.Muchas gracias!
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