1928: El Hotel "Yolanda" abre sus puertas

                                                                         por Jorge Enrique Etchevarne

Córdoba, diciembre de 1927

 Una carta llegó a la redacción del diario “La Voz del interior”.

En su interior, una nota firmada por un tal Bentivoglio Bezzecchi, redactada en los siguientes términos 

Me es grato poner en su conocimiento que, en los primeros días del mes de enero del año próximo, abriré en la hermosa Villa Carlos Paz, uno de los puntos más preferidos de las sierras de Córdoba por su clima, sus aguas y paisajes, un bar pensión que atenderé personalmente. 

Con los conocimientos y la experiencia adquirida en mí larga carrera como maitre-hotel del Londres Hotel de la Capital Federal y gerente de otros establecimientos del ramo, sabré, a no dudar, colocar mi negocio a la altura de los mejores de su índole, anticipándole desde ya, que su estadía en mi casa, dada a la atención que desarrollaré, será por demás agradable 

Sí a esto que antecede agrega el lugar de ubicación, en el mismo corazón de la sierra y al margen del afluente principal del dique San Roque, que desde mi casa se divisa en toda su majestuosidad, hace nomás, de una forma indiscutible, resulte el punto que debe Vd. elegir para tomar sus días de verdadero descanso 

La nota, que a modo de “circular” fue recibida por otros medios de prensa y destinatarios elegidos, anticipaba la puesta en marcha de un ambicioso proyecto, acariciado por un inquieto inmigrante italiano: la construcción de un gran hotel en la villa de Carlos Paz.

 

Pero ¿quién ere Bentivoglio Bezzecchi?

Nacido en 1888 en Reggio Emilia, arribó al país durante una época en la que los inmigrantes italianos llegaban por oleadas para incorporarse a las fuerzas productivas de nuestra rica nación, que brindaba todas las posibilidades para quienes estuviesen dispuestos a trabajar. 

Desembarcó en el puerto de Buenos Aires el 1º de abril de 1907.  Entonces tenía tan solo 19 años, pero ya había definido su carrera profesional: declaró ser “camarero”, y tal vez se haya desempeñado como tal en el vapor “Ravenina” que lo trajo desde Génova. 

En Buenos Aires se inició como camarero en el prestigioso establecimiento “En lo de Hansen”, y poco después abrió su propio restaurante en la fábrica “Vasena”. 

En 1911 viajó a Italia donde se casó con Ida Ferreti, regresando con ella a Buenos Aires para ingresar como “maitre” de “La Sonámbula· donde sirvió hasta 1922. En 1924 se hizo cargo de la administración del importante Hotel “Miramar” de Mar Chiquita, frecuentado por las familias acomodadas de Córdoba y Santa Fe. En 1926 regresó a la Capital Federal para trabajar en el “Hotel Londres”. 

Finalmente, el 14 de diciembre de 1927 le adquirió a Albino Boero un lote de terreno de aproximadamente 12.500 m² en el centro de Villa Carlos Paz, localizado en la bifurcación de los caminos que llevaban a Cosquín, hacia el noroeste, y a Villa Dolores, hacia el sudoeste, actualmente esquina de las calles San Martín y 9 de julio. El lote tenía dos frentes al camino y fondos al rio San Roque, una ubicación inmejorable. 

Esta propiedad, donde ya existía una casa de varias habitaciones, le había pertenecido con anterioridad a Carmen Torres Cabrera, viuda de Félix Paz, hermano del fundador del pueblo. 

Félix se lo había comprado a Carlos Paz el 13 de febrero de 1902 -apenas concluido el juicio sucesorio del padre de ambos, Rudecindo Paz-, según consta en escritura labrada por el escribano Julio F. Aliaga.

 Es casi seguro que Félix Paz construyera esa casa amplia, justo frente a la de su hermano, para disfrutar en familia sus vacaciones. Pero, siendo un exitoso abogado recibido en la Universidad de Córdoba, en fecha no precisada, Félix se radicó con su familia en la ciudad de Rosario, donde ejerció la profesión y fue funcionario del Poder Judicial de la provincia de Santa Fe. 

En estas circunstancias, consideró conveniente ceder el usufructo de su casa a su hermana Clodomira Paz de Calderón, asimismo hermana de Carlos Paz, quien finalmente la transformó en una pensión para veraneantes, dado que en el pueblo aún no había hospedajes. 

Félix Paz falleció en 1922, y entonces la casa, finalizado el juicio sucesorio, pasó a manos de su viuda, Carmen Torres Cabrera, quien finalmente se la vendióe a Albino Boero, quien también vivía en Rosario, y tal vez amigo de su finado esposo.

Diario "El País", 14 de enero de 1928

 Villa Carlos Paz, 14 de enero de 1928

 Y así fue. Ese día, a las nueve y media de la noche, cuando el calor del estío cedió paso a la refrescante brisa nocturna, el señor Bezzecchi anunció la apertura de su “Bar-Pensión Yolanda” (nombre de su hija), establecimiento que, en pocos años, se convertiría en uno de los hoteles más importantes y prestigiosos de la región serrana. 

        En su edición de ese día, el diario “El País” anunciaba la apertura del “Yolanda” con los siguientes conceptos: 

Un nuevo bar pensión en Carlos Paz

 

En la bonita población asentada al borde del lago San Roque, lugar preferido de veraneo de numerosas familias de nuestra ciudad y de la Capital Federal, ha quedado terminado un nuevo bar pensión especialmente construido para veraneantes. Es su propietario, Don Bentivoglio Bezzecchi, maitre d` hotel del hotel Londres de Buenos Aires.

El bar pensión Yolanda, que así se llama, será inaugurado esta noche a las 21:30, habiendo sido invitados periodistas, amigos de la casa y vecinos de Carlos Paz

 

Para la ocasión, Bezzecchi había preparado un “lunch” que sirvió a sus invitados, entre quienes se encontraban cronistas de prensa, amigos del dueño, residentes ocasionales y gente del pueblo. La promoción del evento había sido exitosa y su difusión estaba asegurada. 

A la hora de los brindis y augurios de éxito, Bentivoglio Bezzecchi afirmó que su propósito era convertir al “Yolanda” en un gran hotel, ofreciendo toda clase de comodidades y servicios a quienes desearan pasar sus días de descanso en la tranquila villa.

 


Sin duda, el nuevo emprendimiento representaba un desafío comercial para los hermanos Armando, Bautista y Clemente Carena, quienes regenteaban el hotel de Don Carlos Paz, situado a corta distancia, del otro lado de la calle.


Un sueño hecho realidad 

Cuando concluyó la temporada veraniega de 1928, el infatigable empresario encaró la construcción del hotel de sus sueños, convirtiendo el modesto hospedaje en un edificio monumental, de líneas italianizantes. 

Para realizar la obra, que se ejecutó en apenas dos años (hay que considerar las dificultades para proveerse de materiales), Bezzecchi contó con la invalorable ayuda de su hermano menor Napoleón -que había llegado de Italia en octubre de 1925 con su familia- y con su cu cuñado, Bianco Ferreti. Durante la temporada de 1929 el edificio, a medio construir, ya sumaba 20 habitaciones, y cuando se retiraron los veraneantes, los trabajos continuaron a toda máquina. 

Existen dudas acerca del destino de la vieja casona que Bezzecchi habilitó como hotel en 1928. Una versión sostiene que fue incorporada a la nueva estructura, pero otra dice que, una vez finalizada la primera etapa del nuevo edificio, fue demolida. 

Hacia fines de 1929 el nuevo hotel ya estaba terminado. Tenía dos plantas, más de 50 habitaciones, muchas con baño privado; algunas h podían combinarse para convertirse en departamentos para familias numerosas. En la planta baja se encontraban la sala de recepción, una oficina administrativa, la cocina, un bar-restaurante y un amplio salón para fiestas y cinematógrafo. 

En el subsuelo se hallaba la caldera que proveía el agua caliente para baños y calefacción. Una galería en el nivel superior permitía el acceso a las habitaciones exteriores. El edificio estaba rematado por dos torreones, uno redondo y otro rectangular, este último adornado por un reloj público. 

 Apartados del edificio principal se encontraban las habitaciones para el personal de servicio, la lavandería, un taller mecánico, el depósito, la usina y las cocheras. Rodeaban el edificio jardines, un patio andaluz, rosedales, parque, huerto, frutales, y un acceso directo a la playa, situada detrás del hotel.

El “nuevo” Yolanda

        El 1º de enero de 1930, el diario “La Voz del Interior” sacó una edición especial con motivo del inicio del año -como era habitual en los mejores tiempos de la prensa escrita-, los lectores encontraron una publicidad destacada que anunciaba la pronta inauguración de las nuevas instalaciones del hotel “Yolanda”, enumerando las comodidades que los eventuales huéspedes hallarían.

 

Publicidad referida a la inauguración de nuevas instalaciones, enero de 1930

Situado sobre uno de los puntos más lindos de las ricas y exuberantes sierras de Córdoba, ofrece a las familias todas las comodidades necesarias para proporcionar las delicias de un verdadero descanso en cualquier época del año.

Es el Hotel Yolanda del señor Bentivoglio Bezzecchi, uno de los más acreditados de esa región y que goza .de mayor simpatía entre los visitantes de Villa Carlos Paz.

Fundado en el año 1928, 11 de enero, se lanzó a la vida ávido de progreso y con un deseo irrefrenable de ser entre todos el primero y solo contaba con siete piezas; ese mismo año, el 18 de diciembre, después de una breve clausura, se reabrió con 30 piezas y animado del mismo espíritu, la actualidad lo en­cuentra con 59 piezas y montado de acuerdo a los más modernos preceptos del confort.

En efecto, la casa cuenta con ins­talaciones de agua caliente y fría en todas las habitaciones, calefacción, departamentos de una, dos y tres piezas con su baño propio, am­plios comedores, lujoso salón de re­cepciones, terraza iluminada "a giorno, un hermoso parque donde se ha instalado toda clase de juegos para niños y una hermosa cancha de tennis, y una elegante y característica pileta de natación. Su a esto agregamos lo vistoso del paisaje, la. delicia do los baños naturales sobre el río San Roque que pasa por el establecimiento tendremos una idea cabal de lo grato que será poder pasar allí una temporada. 

El sábado 18 de enero tuvo lugar el gran acontecimiento. Para la ocasión Bezzecchi había organizado una fiesta bailable que reunió un gran número de concurrentes, la mayoría de ellos veraneantes de la villa y clientes del hotel, además de los invitados especiales que llegaron desde la capital. La fiesta estuvo animada por el cuarteto del maestro Troyli, un acreditado conjunto musical. La terraza lucía iluminada a pleno, destacándose su torreón, la construcción más elevada del pueblo. Pasada la medianoche, se soltaron globos, se hicieron explotar bombas de estruendo y fueron lanzados fuegos de artificio desde los jardines.

Allí estaba el corresponsal de prensa para describir brevemente lo acontecido en esa noche: 

La Voz del Interior, sábado 18 de enero de 1930 

En Carlos Paz 

En la villa veraniega del epígra­fe se llevará a cabo un hallo en los salones del Yolanda Hotel.

Con este baile se Inaugurarán la serie de reuniones en el Yolanda, reuniones que significaron otros tantos éxitos sociales en anterio­res temporadas y que este año asu­mirán proyecciones de lucidos acontecimientos.

Para el baile de esta noche se han contratado los servicios de un buen conjunto orquestal, habiendo sido objeto de un artístico ornato los sa­lones del hotel. Además de los novedosos juegos do artificio colocados en los jardines.

La entrada para el baile ha sido fijada en dos pesos moneda nacio­nal.

 

La Voz del Interior, domingo 19 de enero de 1930

 

En Carlos Paz

 Con la fiesta realizada anoche, en Jos elegantes salones del Yolanda Hotel ha quedado inaugurada la serie de reuniones que se verificarán durante la temporada y que el año anterior, constituyeron brillantes totas sociales. 

Si hoy pudiésemos retrotraernos a aquella noche de verano y, encaramados en el cerro de la cruz, volver la mirada hacia el valle de San Roque, podríamos visualizar, allá abajo, apenas delineada por luces débiles y parpadeantes, la pequeña villa, y en un punto que adivinaríamos era el lugar donde se encontraban los hoteles, un espectáculo de luces multicolores y  música, desplegado en el marco de aquella naturaleza.

Bentivoglio Bezzecchi, el hombre “hecho a sí mismo” 

Por medio de la siguiente nota que le hiciera un cronista del diario “Los Principios” el 21 de febrero de 1931, podemos enterarnos quién fue y qué hizo este destacado empresario que estuvo a la vanguardia hotelera de su época:

El señor Bentivoglio Vezzechi es un frecuente caso de self-made-man. Hace treinta años fue ordenanza, y hoy, a los 45, es propietario de uno de los hoteles más importantes de nuestra región serrana. Nos referimos al Yolanda, cuyo alegre aspecto sugiere de inmediato el deseo de vivir adentro.

La historia de Bentivoglio, todos la nombran así, está llena de méritos y de evoluciones progresistas. A los once años abandonó su hogar con 25 Liras, dispuesto a ganarse la vida por ahí, y en 1906 llegaba a este país, donde entró a trabajar en el antiguo restaurant Hansen. Sus deseos de independizarse se cumplieron poco después, al instalar con sus economías, un restaurant para los obreros en los talleres de Vasena. En 1911, luego de servir al presidente Juárez Celman, en calidad de camarero, viajó a Italia, donde se casó para regresar enseguida a Buenos Aires y reabrir su restaurant en Vasena.

Bentivoglio fue durante 11 años maitre de La Sonámbula de Buenos Aires, lo que para su oficio de hotelero constituye todo un título de capacidad. Luego se le confió la gerencia del bar La Cosechera, de la Avenida de Mayo, cuya sucursal en Córdoba también atendió por espacio de tres años. Del año 1924 a 1925 fue gerente administrador del importante hotel de Rosso, en Mar Chiquita, y al finalizar la temporada volvió a Italia, por siete meses, con su familia. Al regresar se hizo cargo de la gerencia del Molino Farga, de Córdoba.

En diciembre de 1927 adquirió en Carlos Paz el terreno que ocupa hoy su hotel. Un mes después habilitó su casa en calidad de pensión, apenas con 7 habitaciones. A fines de 1928 ya concluía un edificio con 30 habitaciones, iniciando enseguida la construcción de otro cuerpo con 29 piezas.

Actualmente, el Hotel Yolanda, amplio y confortable, ofrece a sus pasajeros toda índole de ventajas, rodeado de jardines y de una profusa vegetación, su ubicación es excelente para una vida de descanso. Tiene cancha de tennis, baños naturales sobre el río San Roque, una hermosa terraza, sala de música, un bonito patio andaluz, plaza de diversiones infantiles, jardín de invierno, salón de billar, peluquería, etc. La vida en el Yolanda es agradabilísima, las tertulias son cotidianas y su sala de música se halla permanentemente animada por una crecida concurrencia familiar

 

                                 Póster publicitario del Yolanda                                               Imagen coloreada de B. Bezzechi

 

 

El "Yolanda" durante su etapa de construcción (circa 1929)

Hasta 1930, el hotel de los hermanos Carena había sido, durante muchos años, el mejor lugar para hospedarse en Villa Carlos Paz. Pero a partir de la inauguración del nuevo edificio del “Yolanda”, esta situación cambió. Y no se trataba solo de mayor capacidad de alojamiento, servicios brindados y lujo. Bentivoglio Bezzecchi se esmeró para que sus huéspedes tuviesen una estadía placentera, y fue incorporando, años tras año, más servicios y nuevas atracciones

Entre ellas, en 1931 habilitó una cancha profesional de tenis, en la que se disputaban campeonatos con participantes del “Córdoba Tennis Club”. El tenis era un deporte muy popular en aquellos días, practicado por la clase acomodada.

Para diversión de los niños, sumó un pequeño coche de paseo (tal vez lo hiciera construir con esta finalidad) tirado por un caballo “pony”, que los llevaba de paseo por el pueblo.

Tenía, asimismo, una lancha que utilizaba para traer y llevar pasajeros que llegaban en tren a la estación del dique, provenientes de Buenos Aires, Rosario y otras ciudades. Con esta misma embarcación organizaba excursiones por el lago. También fue iniciador de las excursiones terrestres, utilizando un vehículo que compró con la finalidad de llevar a los turistas de paseo por las serranías.

En enero de 1935, inauguró la temporada con una gran fiesta bailable con servicio de lunch, a la que concurrió numeroso público.  Para facilitar la concurrencia de personas que no disponían de automóvil, contrató los servicios de dos empresas de ómnibus “Turismo” y “Sud América Express”, para correr dos coches especiales y trasladarlos, de ida y vuelta.


Las fiestas del “Yolanda”

Renglón aparte merecen las fiestas que se organizaban en el hotel durante la temporada veraniega. Eran, verdaderamente, multitudinarias. Pero no era Bezzecchi su principal promotor, sino las damas de la refinada sociedad cordobesa que se alojaban en el hotel, así como otras que alquilaban o tenían su casa de veraneo en la villa, y hasta las hijas de Carlos Paz; todas ellas dispuestas a no caer en el aburrimiento.

 Las fiestas se hicieron habituales desde 1929, y generalmente se hacían los sábados de por medio. Al finalizar una, ya se formaba una nueva comisión para organizar la siguiente, y así consecutivamente. Las reuniones casi siempre incluían baile, y a veces, competencias de bailarines de tango.  El dueño contrataba la orquesta y aportaba el refrigerio.

 La llegada de los carnavales agregaba un condimento especial; los festejos incluían bailes de disfraces y corsos de flores. Los participantes ganaban la calle y compartían su alegarabía con los residentes del pueblo.


Un inesperado final

 Hacia mediados de la década de 1930 el “Yolanda” alcanzó su máximo esplendo. En 1934 Bezzecchi adquirió al señor Leopoldo Román una fracción de terreno de 2.500 metros cuadrados, sobre el camino a Cosquín (hoy primera cuadra de la calle 9 de julio), con la finalidad de construir un cine-teatro que fuera una prolongación del hotel, y que estuviese a la altura de los mejores del valle de Punilla.

 Lamentablemente, el 9 de julio de 1938, cuando se aprestaba a participar de la celebración de la fecha patria, Bentivoglio Bezzecchi falleció de un infarto, quedando en manos de su viuda e hijos el destino de los emprendimientos.

         Tras su deceso, comienza un ciclo de declinación en la actividad del hotel, no solo porque había perdido a su mentor, sino también porque los hermanos Carena, quienes hasta 1937 alquilaron el hotel de Carlos N. Paz, inauguraron su propio establecimiento, y, por lo tanto, la oferta hotelera había aumentado, y con ella, la competencia.

         La resolución de su juicio sucesorio demoró más de una década. Durante ese tiempo el hotel continuó funcionando, administrado por Ida Ferreti.

 El trámite judicial trajo aparejado el peritaje de los bienes inmuebles pertenecientes al difunto, tarea que estuvo a cargo del ingeniero civil Raúl Bolcese, acompañado por el señor Hugo Lebeau durante agosto de 1949.

El informe pericial elevado al juez nos permite incursionar, más de 70 años después, en las instalaciones del desaparecido hotel “Yolanda” y enterarnos de las condiciones en que se encontraba para esa fecha.

 Luego de puntualizar la localización, dimensiones y antecedentes del terreno donde se encontraba edificado el Hotel Yolanda, los peritos pasaron a detallar las características de la construcción. A continuación, se transcribe la parte del informe pericial, correspondiente al Hotel Yolanda.


El “Yolanda” por dentro

(…) De las características y dimensiones de los edificios levantados en este terreno y ocupados por el hotel Yolanda dan cuenta los planos acompañados, y que se refieren al edificio principal y a otras construcciones de menor importancia, destinados a depósitos, alojamiento del personal de servicio, garajes, taller, etcétera.

Dicho edificio principal que está ubicado en la esquina Sudeste del terreno, dando frente a la antigua ruta nacional N.º 20, es de grandes dimensiones, ocupando en planta una extensión de más de 40 metros de Este a Oeste, por casi 69 metros de Norte a Sur, en parte solo en planta baja, y en otras, además de uno y dos pisos y subsuelo o sótano. Dispone de casi 60 habitaciones para alojamiento de pasajeros, y más de 30, entre baños y toilettes privados y generales, complementados con todos los locales e instalaciones necesarias para el funcionamiento de un gran hotel, tal como hall, sitios de estar, gran comedor, bar, cocina, administración, etcétera. Su construcción ha sido desarrollada en distintas etapas, iniciadas las obras con la ejecución de la parte norte, hará unos 30 años, terminóse con la construcción de aquella que da frente al Sur, unos 15 años atrás. El edificio resulta adecuado para el funcionamiento del hotel, aunque sometido a distintos trabajos de reparación, modernización y ampliaciones entre ambas fechas, sin seguir un plan inicial de conjunto, su distribución deja algo que desear, en especial en lo que se refiere a ubicación y orientación de algunas habitaciones, circulaciones en general, y vigilancia y contralor. Su estado de mantención tal como, por ejemplo, el cielorraso artesonado del gran comedor, asentado en parte. La edificación más moderna queda frente por sus costados Este y Sur a la antigua ruta nacional N.º 20, consta en su mayor parte de dos plantas y en una pequeña superficie de otro piso más. La esquina Sudeste es, en cambio, solo de planta baja. En el costado oeste r existe además subsuelo, y distintos sótanos en el resto. El hall principal de entrada da sobre el frente sur y el gran comedor está ubicado en la esquina sudeste, y comunica con la cocina por intermedio del bar y Office; contiguo a las mismos se encuentra un salón y escritorio para administración; el resto lo ocupan distintas habitaciones con baño privado. Su construcción es buena, frente exterior de cemento, piso de mosaico granítico, entrepiso de hormigón, salvo en el comedor, y calefacción central.

El hall ha sido decorado con pinturas murales, y el comedor presenta, entre otras decoraciones, el cielorraso artesonado con falsas vigas de metal desplegado, revocado, pendiendo de las armaduras del techo, cuya cubierta es de chapa de hierro galvanizado, ondulada. En el subsuelo se han distribuido varias habitaciones, un baño y un depósito, existiendo, asimismo, un local donde se encuentran ubicados los equipos de bombeo y el respectivo pozo.

Escaleras secundarias, además de la principal, que arranca del hall de entrada conducen a la planta alta, cuya construcción es de características similares a la de abajo. En la azotea se ubican dos habitaciones con sus respectivos baños privados, y una torre con reloj público. La parte más antigua del edificio, o sea, la del Norte, es de una sola planta, ocupada por numerosas habitaciones con baños privados, para uno o dos dormitorios, y generales. Un gran patio interno, hall, galerías, y un sótano en la esquina Noreste completan la edificación. Su construcción es más económica que la anterior, piso de mosaico calcáreo, techos de hierro galvanizado ondulado, y cielorraso de metal desplegado revocado, son las características generales de la misma.

Completa las instalaciones del hotel distintas construcciones que figuran ubicadas en el plano que, de este inmueble se acompaña, consistentes en habitaciones para el personal, garajes, lavadero, depósitos, taller, etcétera, algunas bastante antiguas y de poco valor, otras, en cambio, nuevas o mejores.

El local de garajes, contiguos al edificio principal, es de mampostería de ladrillo, techo de chapa de hierro galvanizado, ondulada sobre tirantería de madera y cerrado con cortina metálica. Tiene una dimensión exterior de 6 m 70 cm por 23 m 20 cm de frente. El taller y garajes situados sobre el costado norte de casi 26 metros de frente, son también de mampostería de ladrillo, columnas y vigas principales de hormigón armado, y techo con viguetas de hierro I.P.N., en los últimos, y de zinc en el taller, bajo el cual existe un sótano contiguo a los mismos. Y hacia el oeste, se encuentran las habitaciones para el personal, lavadero y W.C.; en dos plantas de mampostería de ladrillo y entrepiso de madera, construcción ésta bastante antigua y económica, que mide 17 m 20 cm de frente por 6 m 60 cm de fondo. Adosado al Oeste se encuentra un depósito de mampostería de ladrillo de 7 m 90 cm de frente por 6 m y 60 cm de fondo, de poco valor. El tinglado que se ubica en el costado este del terreno es de chapa de hierro galvanizado ondulada, techo curvo, sobre estructura de hierro. Toda esta edificación ocupa aproximadamente la mitad este del terreno, el resto lo toman jardines, canchas de juegos diversos, quinta y gallinero (…)”



PLAMO HOTEL YOLANDA (SOLO PLANTA BAJA)


Comentarios

Entradas populares de este blog

1919: "Segundas partes nunca son buenas" (dicho popular) PARTE 3

1928: Vicisitudes de un paleontólogo criollo