1906: Agua que no has de beber, déjala correr...
La historia de “El Canal” de Carlos Paz
por Jorge Etchevarne
Cuando Carlos Paz se hizo cargo de la estancia “Santa Leocadia” a comienzos de 1890, tuvo que enfrentar una dura realidad; además de las viviendas, azudes y obras complementarias, la totalidad de las tierras de cultivo que otrora poseía su padre habían quedado sumergidas bajo las aguas del flamante embalse. El resto de la propiedad era un terreno agreste y sus pastos duros solo podían sostener a una reducida cantidad de ganado.
Podría decirse que, tras la construcción del dique y la consecuente inundación del valle, la estancia quedó desmantelada, privada de sus mejores recursos. Solo contaba con una franja de tierra apta para implantar forrajeras que se extendía de norte a sur, de más o menos cinco kilómetros de largo por dos de ancho, acotada por el lago San Roque y el cordón de las Sierras Chicas.
Allí, en un lugar del piedemonte donde había un viejo puesto y surgían vertientes, su padre construyó el nuevo casco que ahora él ocupaba con su propia familia. La casa era cómoda, rodeada de galerías, con una pequeña granja, una huerta y maizales que llegaban hasta el borde mismo del nuevo camino nacional que llevaba a Cosquín.
Seguramente Carlos Paz, sentado en la galería que lo resguardaba del sol ardiente, contemplando la inmensidad del paisaje dominado por el espejo de agua, habrá reflexionado muchas veces sobre qué hacer con su heredad, reducida tanto en extensión como en valor económico.
Para revertir esta situación y devolver la prosperidad a “Santa Leocadia”, era indispensable contar con regadío. Las vertientes para tal fin eran exiguas y los pozos que pudieran perforarse notoriamente insuficientes; por lo tanto el recurso debía buscarlo aguas arriba del río San Roque, tal como había hecho su padre en el pasado.
Hacia mediados de la década, cuando doña Margarita alumbraba su primer hijo varón, Carlos Paz tomó la decisión de mudar su residencia a las inmediaciones de Los Puentes, justo en el punto de bifurcación de los caminos que llevaban a San Antonio y Cosquín.
Allí levantó
su nueva casa que denominó “Las Margaritas”, en honor a su esposa y su
primogénita. No era el primero en llegar; se le había adelantado Agustín
Manzanelli, un pionero que en 1890 le compró a Rudecindo Paz una fracción de
terreno sobre el camino nacional, a pocos metros del puente recién construido
sobre el río San Roque. En el lugar abrió un almacén de ramos generales donde
solían detenerse los viajeros.
Mientras Carlos Paz daba forma a su nueva finca, fue puliendo el proyecto de la acequia, que por cierto no era modesto. Pretendía, no solo regar sus alfalfares, sino también darle vida a sus huertas, frutales, alamedas y, en el futuro, llevar el agua canalizada hasta las casas. Sí, casas. Porque ya entonces Carlos Paz tenía la idea de fundar, una villa veraniega, tal como lo estaban haciendo otros pioneros en el norte de Punilla.
“Santa Leocadia” había quedado sin sus mejores tierras; pero a cambio había recibido una joya de inestimable valor paisajístico que pronto alimentaría los sueños de grandeza de su propietario y de muchos otros que irían llegando.
Pero ningún sueño se haría realidad sin agua. Así que Carlos Paz encaró la tarea diseñar el acueducto de marras con la ayuda de sus amigos ingenieros, quienes determinaron el recorrido y la pendiente que debía tener de un punto a otro. La extensión del sinuoso trazado se calculó en más de nueve kilómetros.
Una
vez con el proyecto en mano, solicitó la concesión de ley para utilizar las aguas
del río San Roque con el fin de regar
El texto del Decreto, firmado por el vice gobernador Nicolás M. Berrotarán (en ausencia del gobernador José M. Álvarez), explicita:
“Agosto 13 de 1903 - Visto lo informado por el Departamento de Ingenieros, y habiéndose llenado los requisitos legales exigidos por el Código Rural, concédese al Señor Carlos N. Paz el permiso que solicita para hacer uso del agua del río San Roque y regar una superficie de 150 hectáreas de terrenos de su propiedad, que son parte del establecimiento “Santa Leocadia”, situados en el Departamento Punilla, Ppedania San Roquel. y cuyos límites son: al Norte con propiedad de Abraham Villalba; al Sur, herederos de Bracamonte y Francisco Tissera, y herederos de Alejo y Javier Soria; al Este con “La Chacarilla” y la Comunidad de Ochoa; y al Oeste el río y lago San Roque.
Boca-Toma:
Se situará sobre la margen derecha del Río San Roque, a 4500 metros aguas
arriba del puente construido sobre el camino de Córdoba a Cosquín.
Canal:
Tendrá una longitud de 9.800 metros y atravesará por propiedad de los señores
Cruz Palacios, herederos de Víctor Bracamonte, Augusto Reina, y el solicitante.
Esta
concesión se acuerda sin perjuicio de terceros y con sujeción a las leyes
civiles, ordenanzas, reglamentaciones y demás disposiciones vigentes, y que en
adelante se dictaren sobre la materia, como asimismo, a las cargas que se
sancionaren, reservándose el Poder Ejecutivo el derecho de disminuir,
restringir o suprimir la presente cuando lo exigiera así los intereses
generales.
Anótese
esta disposición en el Departamento de Ingenieros, Registro General de Propiedades,
comuníquese, publíquese y archívese en el Departamento de Ingenieros.”
M.N.Berrotarán – Félix T. Garzón
Una vez obtenida la Concesión, Carlos Paz acordó el pago por la servidumbre de paso con los propietarios de los terrenos que debía atravesar la acequia. La boca-toma y el primer tramo del canal debían hacerse en tierras de Cruz Palacios, y aunque Carlos Paz contaba con su consentimiento, estimó que era conveniente adquirir la propiedad.
Fue
así que le compró a Palacios, dueño de la estancia “Las Rosas”, un campo de
Cuando
todo parecía estar resuelto, en junio de 1903 sobrevino un conflicto con los
herederos de Víctor Bracamonte, quienes le exigían una exagerada suma de dinero
en compensación por permitirle el paso. El asunto dio lugar a un juicio de
reclamación, pero la controversia fue resuelta por vía extrajudicial hacia fines
de ese año. Despejado el camino, dieron inicio los trabajos.
Cuenta don Ezio Armando Carena en su libro “Villa Carlos Paz en el recuerdo” (1958) que más de cien hombres empuñando picos y palas, acometieron la tarea de abrir la zanja por donde escurrirían las aguas del río San Roque, llevándolas hasta el límite de los sembradíos. Muchos eran peones de la estancia, otros venían de todas partes para ganarse la changa.
Según
este autor, la obra se inició el 20 de enero de 1904 en el paraje “
Llama la atención que se decidiera realizar esta tarea en plena época estival cuando el régimen irregular del río conlleva frecuentes crecientes que eventualmente podrían haber destruido las obras. Lamentablemente Carena no cita las fuentes de sus dichos, aunque no por ello debe restársele crédito ya que conoció personalmente a muchos de los hombres que intervinieron.
En el aspecto técnico constructivo el canal de riego resultó ser una obra maravillosa y original. No solo debieron sortearse las características pedregosas del terreno, cuya resistencia fue vencida a fuerza de dinamita; sino también salvar cañadones que se interponían en el camino mediante canalones de chapa soportados por taludes y estructuras férreas.
Tras dos años de trabajos intensos, la acequia fue inaugurada el 22 de septiembre de 1906. Las obras complementarias, como fueron los tanques de almacenamiento, cañerías de distribución y la represa para la usina eléctrica vendrían años después, y serán motivo de otra publicación.
El agua que corrió por “el canal” abasteció durante décadas la demanda de una población creciente que fue nutriendo el primigenio caserío de Los Puentes, nucleado en torno a la finca de los Paz, hasta convertirlo en una ciudad próspera donde todo el mundo quería y quiere vivir.
El canal dejó de prestar servicio en 1965 cuando se inauguró el primer acueducto que trae el agua desde el azud de Cuesta Blanca. Poco a poco su trazado fue desapareciendo, desdibujado como una vieja cicatriz que atraviesa la ciudad. En la costanera sur del barrio El Canal perduran los cimientos de la boca-toma, y en los altos del balneario El Fantasio puede verse parte de su cauce excavado en la roca viva.
Con el paso del tiempo el canal fue rellenado y la mayor parte de su recorrido incorporado, de hecho o por derecho, a las propiedades privadas que lo bordeaban. Otra parte subyace en calles, veredas y plazoletas de distintos barrios, pero muchos lo ignoran. Impensadamente el salón Rizzuto fue construido sobre un tramo del olvidado acueducto.
Han transcurrido más de un siglo desde su inauguración, pero los habitantes memoriosos de esta ciudad, tal como si fuese un amigo entrañable que se ausentó hace mucho tiempo, nunca lo olvidarán.
Comentarios
Publicar un comentario