1920: El crimen que el pueblo debía olvidar
Ocurrió
a comienzos de los años ´20, cuando Villa Carlos Paz aún era un pueblito de
vida tranquila y monótona, solo alterada por la bulliciosa presencia de los
veraneantes que cada temporada se instalaban aquí para cultivar el bon vivant.
Hacía
apenas unos años que la villa había comenzado a conocerse como tal, y aunque
muchos todavía insistían en llamarla “Los Puentes” o “San Roque”, su nombre y
prestigio como punto veraniego iba cobrando fama.
Sin
embargo, más allá del ritmo que le imprimían los turistas y residentes
ocasionales, la estancia “Santa Leocadia” seguía funcionando. Hacia el sudeste,
detrás del cordón serrano, se encontraban los campos de pasturas destinados a
la ganadería, y allí vivían los puesteros y peones que se ocupaban de las
tareas rurales.
Aquí
la naturaleza se mostraba en todo su esplendor conservando las características
propias del monte serrano, que en esta época del año, cuando el invierno
prepara su despedida, amagaba explotar en infinidad de colores y fragancias.
Este fue el escenario donde se desarrolló el drama que nos ocupa. Los protagonistas fueron dos hombres tan distantes entre sí como cercanos a Carlos Paz.
Uno
era mayor, trabajador curtido, de pocas palabras, testigo de muchos amaneceres
rigurosos en la montaña, conocedor de sus cimas y quebradas, de sus
abrevaderos, del traicionero clima de altura, de los atajos para llegar a
cualquier lugar de las Sierras Grandes.
El
otro era joven, hijo de un rico hacendado, de vida liviana, muy sociable,
arrogante, pendenciera, engreída, confiado en sus habilidades y talentos… y
siempre llevaba un revólver consigo.
Carmen Yánez había nacido en 1859, en las cercanías de Salsacate, Departamento Pocho. Su madre Rosario lo bautizó en la capilla del Coro el 12 de febrero de 1860. Su vida transcurrió en medio de carencias y no conocía más que obligaciones. Aún así, formó una gran familia. En 1883 se casó con Loreta Palacio, natural de San Roque, y tuvieron once hijos.
Gregorio Rudecindo Paz, alias “Rucho”, había nacido en la casa paterna el 25 de mayo de 1896, siendo el tercer hijo varón de Carlos Paz y Margarita Avanzatto. Fue bautizado en la capilla San Antonio de Padua, estancia de los Arredondo, el 25 de febrero de 1898, junto con su hermano José María.
Se
casó con María Luisa Güell, tercera hija de Mariano Güell y de Mercedes
Pruneda, integrantes de una de las familias tradicionales de Córdoba. Tuvieron
seis hijos. Los tres primeros nacieron en la ciudad capital, en la casa de sus
abuelos maternos, y los tres últimos en la casa paterna “Las Margaritas” en
Villa Carlos Paz.
Carmen Yánez se había formado en las labores rurales. Sus hijos fueron bautizados en distintos lugares de Punilla, lo que indica que migraba con su familia de un lugar a otro. Antes de ser contratado por Carlos Paz, Yánez se desempeñaba como capataz en la estancia San Bernardo, al pie del macizo de Achala.
Rucho Paz se había criado en la estancia de su padre, siendo un señorito sin conocer jamás lo que significa ser un dependiente. Su juventud había transcurrido en medio de los excesos que solo la holgura del estanciero podía sostener.
Era el
hijo rebelde de don Carlos y el mimado de doña Margarita. Compinche de su
hermano mayor Carlos Segundo, sobre quien ejercía fuerte influencia. Esta
relación se estrechó aún más cuando Carlos se casó con María Rita Güell,
hermana de su mujer, y ambos hermanos se convirtieron en concuñados.
Carmen
Yánez había sido contratado por Carlos Paz hacia fines del siglo XIX,
estableciéndose con su familia en el paraje denominado “Bajo de los Duraznos”,
actual Villa San Nicolás, lugar donde se encontraban los corrales.
Yáñez
se convirtió en su empleado de confianza; era quien velaba por los intereses
del patrón allí donde este no podía estar, siendo el responsable de lo
concerniente a la hacienda que debía venderse.
Rucho
tenía aspiraciones de terrateniente. Muchas veces le había pedido a su padre el
anticipo de su heredad para ser independiente; y cada vez se fue solo con la
promesa que ese día llegaría. Entonces no le pareció mejor modo de hacer
justicia que tomar por su cuenta lo que consideraba propio.
Su
oportunidad se le presentó a mediados de 1920.
El 16
de mayo de ese año Carlos Paz solicitó al Gobierno licencia extraordinaria como
Jefe Político departamental por el término de sesenta días con la finalidad de ausentarse
del país. Al día siguiente le fue concedida, nombrando interinamente en su
reemplazo al comisario general señor Gordon Mac Kay [1].
Poco
después Carlos Paz, en compañía de su esposa e hijas menores, partieron en tren
a Buenos Aires, y allí abordaron un vapor con destino a Montevideo.
Había
dejado instrucciones a su capataz Carmen Yánez sobre lo que debía hacerse en
“Santa Leocadia” mientras durase su
ausencia. De presentarse alguna eventualidad no prevista en el pueblo, confiaba
que sus hijos mayores podrían resolverla.
Sean
cuales fueran los motivos de su viaje, el hacendado estuvo alejado de lo que
acontecía en su establecimiento durante dos meses, situación que dio lugar a
los hechos por venir...
“Rucho”,
el más audaz de todos sus hermanos y el que estaba al tanto de los movimientos
de la hacienda, encontró la oportunidad de hacerse con dinero negociando la
venta de un lote de animales a espaldas de su padre, quien seguramente nunca lo
habría permitido.
Sin embargo, no pudo evitar que Yánez lo
supiera, ya que, como se dijo antes, era el responsable del ganad que pastaba
del otro lado de la sierra. A “Rucho” poco le importaba ya que la relación
entre ambos estaba llena de rispideces y prepotencia de su parte.
El 15
de julio Carlos Paz regresó de su viaje y al día siguiente reasumió la Jefatura
Política. Era un hecho que su capataz lo pondría al tanto de las novedades,
incluida la que tan gravemente lo comprometía.
Don
Carlos llamó a su hijo para pedirle explicaciones. Nunca se sabrá que se
dijeron, pero lo cierto es que Rucho se malquistó con Yánez por su delación, y
las amenazas de muerte no se hicieron esperar. Solo era cuestión de tiempo para
que se cumplieran
CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA
Carmen Yáñez tenía una rutina. Periódicamente iba desde el puesto del “Bajo de los Duraznos” hasta el pueblo en su cabalgadura para rendirle cuentas a Carlos Paz, y traer de regreso artículos de almacén.
El sábado 4 de septiembre de 1920 Rucho lo esperó en un paso que Yánez solía utilizar para cruzar la sierra. Hay versiones que identifican ese lugar como “El Alto de los Mistoles” (actual calle San Francisco de Asís), y otras inducen a pensar que se trata de una quebrada de la Cuesta San Roque donde se desparasitaba el ganado, ya que los dichos hacen referencia a unas piletas y en ese lugar existen tales.
Veamos que dijeron los diarios de la época sobre este episodio.
“Los Principios” de Córdoba publicó en su edición del 9 de septiembre de 1920 la siguiente crónica bajo el titulo “El hecho sangriento de Villa Carlos Paz. Antecedentes del suceso. Cómo se llevó a cabo”.
…“A objeto de enterarnos ampliamente y con verdad, acerca del hecho sangriento ocurrido el sábado último en Villa Carlos Paz, del que resultó víctima el capataz Carmen Llanes, del Jefe Político de Punilla, señor Carlos Paz, eludimos informar a su respecto en el primer momento, a la espera de nuevos detalles que confirmaran o rectificaran la versión que del suceso se hizo conocer, tan luego de ocurrido el mismo.
Oficialmente poco se ha adelantado en materia de información alrededor del hecho, pues no se ha suministrado dato alguno, como no sean los del hecho en sí. Sin embargo, de informes particulares que reputamos fidedignos, podemos dar antecedentes del mismo.
Desde mucho tiempo atrás Carmen
Llanes, hombre honrado y de buenos antecedentes, era capataz del señor Carlos
Paz, sin que este caballero jamás tuviera quejas contra los procederes de su
empleado. Sin embargo, Rudecindo Paz, hijo de aquél, abusando de su condición
de tal, y de la lógica bondad y tolerancia con que por esa causa debía tratarlo
Llanes, en más de una ocasión había tomado y dispuesto según se nos dice,
importantes lotes de hacienda, de la que a este teníale confiada su patrón, el
señor Paz por valor no menos de setenta mil pesos.
La repetición de estos hechos
parece que determinó el que el señor Paz llamara la atención a Llanes,
indicándole que tratara de evitar que siguieran ocurriendo abusos semejantes.
Llanes ante esa observación, procuró poner a buen recaudo un lote de animales
de los que dícese, Rudecindo se proponía disponer. Esta circunstancia parece
que precipitó la explosión de la malquerencia del hijo de Paz hacia el capataz.
Fue así que, encontrándose ambos a poca distancia del establecimiento, Rudecindo, previo un ligero cambio de palabras con Llanes, descerrajóle dos tiros de revólver, quedando este, muerto en el sitio. Poco después Rudecindo se trasladó a esta ciudad donde fue detenido por la policía local. Se encuentra aún en el departamento central, a disposición del Juez del Crimen de turno”…
A su
vez, el diario “La Voz del Interior” publicó el día 7 de septiembre de 1920 la
siguiente crónica bajo el título “Grave
suceso sangriento. En la Villa Carlos Paz es muerto a tiros el capataz de la
estancia del jefe político, por un hijo de este”.
…”La población de Carlos Paz en el Departamento Punilla, ha sido teatro de un suceso que asume todos los caracteres de drama y en el que han sido protagonistas, un hijo del jefe político del departamento y el capataz de la estancia del mismo.
A estar por las informaciones,
el hecho se ha producido en circunstancias que dejan lugar a muchas dudas y que
no se conocen a ciencia cierta hasta el momento de entrar en prensa la presente
información.
De los datos obtenidos se
desprende que el autor del hecho Rudecindo Paz y el capataz Carmen Yáñez se
hallaban enemistados por asuntos que no son de dominio público y que el crimen
se produjo en el curso de una discusión entre ambos actores.
Al tener conocimiento del
suceso el padre del matador se inhibió en la prosecución del asunto solicitando
el envío de un sumariante de la policía de esta, la cual envió de inmediato
algunos agentes de investigaciones.
Con poca diferencia de tiempo
se tuvo conocimiento que el mencionado Rudecindo Paz se dirigía a esta por el
servicio de mensajería y más tarde el sábado último a las 10 horas, el
comisario de la 2ª seccional le conducía detenido a la central.
Los antecedentes.
Desde mucho tiempo antes Carmen
Yáñez, hombre de 45 a 50 años de edad, era capataz de la estancia de Don Carlos
Paz, puesto en el que se desempeñó siempre correctamente, hasta que por
circunstancias que no son del caso pero que tampoco afectan en nada la conducta
de Yáñez, hubo este de abandonar la estancia.
Posteriormente volvió a ella
llamado por el mismo propietario y es en este momento cuando se desarrolla el
hecho del que hacemos crónica.
Los demás antecedentes
personales de Yáñez son en absoluto favorables porque lo presentan como un
hombre honrado y acreedor de la estimación general.
No puede decirse otro tanto del
matador, quien tiene sobre sí pendiente el fallo de otro asunto parecido y del
que nos ocuparemos oportunamente, aunque para mayor claridad daremos los
detalles más salientes a fin de que el público tenga un conocimiento preciso
del hecho.
El 12 de diciembre de 1919
Rudecindo Paz, en compañía de sus hermanos Carlos y Néstor hirió de tres
balazos a Ramón Cabrera, actual agente de la comisaría 3ª, chapa 349.
Proseguido el sumario el heridor resultó absuelto bajo fianza sin perjuicio de
proseguir la causa y el citado Cabrera conducido al hospital y acusado de haber
violado el domicilio de los Paz.
Como se ve el asunto no puede
menos de conmover la opinión pública, aunque no sean bien conocidos todavía los
detalles precisos del mismo y los que procuraremos dar en breve”…
El hecho al que se refería este diario fue uno de los tantos escándalos que protagonizaba el Rucho, esta vez involucrado junto a sus hermanos. La nota aparecida el día 13 de diciembre de 1919 en La Voz del Interior decía así:
“Suceso Sangriento en Villa
Carlos Paz. El mozo del restaurante San Roque gravemente herido. Dos hijos y un
nieto del Jefe Político de Punilla actúan en el suceso – Detención de los
contrincantes y del heridor”
…“Ayer en la Villa C. Paz (San Roque) se ha producido un hecho sangriento en el cual han intervenido como protagonistas Carlos Paz, hijo del jefe político de Punilla y el mozo del restaurante San Roque, Ramón Cabrera [2].
El suceso produjese a raíz de un incidente de palabras habido entre ambos contendientes y del cual en el acaloramiento de la discusión pasaron a las vías de hecho.
Según nuestros informes al respecto, el mozo del referido restaurante, Ramón Cabrera, en medio de la discusión que sostenía con Carlos Paz, no sabemos por qué motivos, desenfundó su revólver e hizo cinco disparos contra su contrincante, quien hubo de refugiarse detrás de una pirámide de piedra que existe en el camino La Cumbre [3], distante unos 20 metros del lugar donde se suscitó la discusión, logrando de esta manera salir ileso. Al ruido de los balazos acudió el señor José María Paz, hermano del anterior y al que Cabrera también descerrajó el último proyectil, hiriéndole en la muñeca derecha.
Carlos Paz, que se encontraba
refugiado detrás de la pirámide, al ver herido a su hermano, salió y trabóse en
lucha con Cabrera, cayendo ambos al suelo. En esta circunstancia apareció
Rudecindo Paz, sacó su revólver y disparó contra este, hiriéndole gravemente en
el pecho, en el vientre y un brazo.
Cabrera ha sido traído al
hospital de Clínicas para su curación. Entiende en el asunto el Juez del crimen
doctor Díaz Garzón. El heridor y los hermanos Paz se encuentran detenidos”…
Como se aprecia, el accionar de Rucho no pasaba desapercibido. Con frecuencia alteraba la tranquilidad pueblerina con sus desbordes. Los altercados que provocaba eran memorables. Entre otras cosas, tenía por costumbre entrar en los bares montado en su caballo, y una vez, dícese, prendió fuego a su automóvil solo para ganar una apuesta.
Pero
volvamos al episodio que nos ocupa, esto es, la muerte de Yáñez a manos del
Rucho, quizás su última bravuconada.
No hubo testigos del hecho, y por lo tanto, solo caben las especulaciones. Haya existido o no una discusión previa, el Rucho disparó su revólver dos veces contra el capataz. El primer tiro dio en la testa del caballo, que cayó muerto. El segundo disparo lo hirió a Yáñez en el vientre cuando este, derribado de la cabalgadura, intentó defenderse con el facón.
Mientras
Yáñez agonizaba, el Rucho regresó a su casa paterna “Las Margaritas” y encaró
al padre de este modo: “Ahí tenés a tu capataz, mandalo a buscar” [4]. Dicho
esto, se fue a Córdoba. Carmen Yáñez fue inhumado el domingo 5 de septiembre de
1920 en el cementerio de San Antonio de Arredondo [5].
Este
episodio marcó sin duda la vida de Carlos Paz, quien seguramente se habrá
disgustado y avergonzado por la conducta de su hijo, provocando no solo una
crisis en el seno familiar, sino también una conmoción en la pequeña comunidad.
Don Carlos era una persona muy estimada por sus peones, puesteros y capataces. Por su educación sobresaliente, su temperamento equilibrado y su trato afable, se había ganado la simpatía y el respeto de los demás. Allí donde se lo necesitaba, él estaba, tanto para compartir alegrías como tristezas.
Su
relación con la familia Yánez era estrecha. Los hijos de don Carmen, a quienes
conocía desde pequeños, trabajaban para él en su estancia. El capataz había
demostrado ser un empleado fiel y honrado. Por estos motivos, para Carlos Paz
debe haber sido un episodio difícil de sobrellevar.
Pero
además de su responsabilidad parental, Carlos Paz cargaba con el peso de su
cargo, ya que una de sus obligaciones como Jefe Político era hacer cumplir la
ley, con el auxilio de la fuerza pública si fuese necesario. Esto significaba
que debía ordenar la detención del homicida, su propio hijo. Pero ¿Qué padre
mandaría a su hijo a la cárcel? ¿Cuánto influyó doña Margarita para tomar una
decisión?
La noticia del crimen pronto llegó a la capital y el nombre de su autor saltó a las páginas de los diarios. Ya nada sería como antes para Carlos Paz. Semanas después elevó al ministro de Gobierno su renuncia indeclinable al cargo de Jefe Político, “fundada en razones de índole particular, que creo innecesario mencionar (sic)…” Le fue aceptada el 29 de octubre de 1920 [6].
Con el cadáver del capataz también fueron enterradas sus aspiraciones políticas, si es que alguna vez las tuvo. Su jefatura, jaqueada por la crisis económica y social de la época, ya mostraba señales de desgaste. Como epílogo de una gestión poco feliz, su prestigio fue demolido por las pasiones de uno de sus descendientes.
Rucho
desapareció de la escena cierto tiempo. Se dijo que estaba escondido, que había
escapado de la justicia, que don Carlos había utilizado sus influencias
políticas para liberarlo, que no tuvo condena, que nunca estuvo preso…
Ninguno
de estos supuestos pudo ser confirmado ni desmentido. No ha sido posible
localizar documentación relacionada al hecho, y por lo tanto, no se conoce que
pasó después ni cómo terminó el proceso judicial que supuestamente se le habría
iniciado.
Durante
una entrevista realizada en 1996, sus sobrinas Martha y Elena Correas Paz
confiaron que tras el episodio Rucho se mantuvo alejado del pueblo, viviendo en
un rancho que pertenecía a su hermano Carlos Segundo en la actual Villa San
Nicolás, esperando que las aguas se aquietaran.
Sea
como fuese, lo cierto es que un manto de silencio se extendió sobre el pueblo y
pocos se animaban a comentar lo acontecido, seguramente para no generar
malestar en don Carlos, o quizás, porque él había dado de orden de no hablar
más del asunto.
Con el
paso del tiempo el hecho se fue olvidando y hasta hubo quienes negaron que
alguna vez hubiese sucedido.
Hay
silencios que dicen más que mil palabras…
Referencias
[1]
Decreto 6168-A del 17 de mayo de 1920.
Archivo de Gobierno.
[2] El
bar y restaurante “San Roque”, al que alude la nota, pertenecía al hotel del
mismo nombre, luego “Hotel Carlos Paz” y más tarde “Hotel Carena”.
[3] Se
refiere al monolito de piedra con punta piramidal que señalaba el inicio del
camino a Las Cumbres, frente al Hotel Carlos Paz (actualmente emplazado en San
Martín e Irigoyen).
[4]
Testimonios brindados por Luis Bergamín (nieto de Carlos Paz) y Norma Yáñez
(bisnieta de Carmen Yáñez). Coinciden con otras versiones recogidas.
[5]
Libro de Defunciones Nº 1 del cementerio administrado por Ramón J. Carranza.
[6] Decreto
6955-A del 29 de octubre de 1920,
Archivo de Gobierno.
-Nota
adaptada del original-
Foto│Crónicas del diario “Los Principios” de diciembre de 1919 y septiembre de 1920.
Muy interesante!
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